En “Exiliadas del cuerpo”, de Rosa Elena Velasco Ortiz, se exploran los senderos extraordinarios del devenir humano, más allá del tiempo, el espacio o la personalidad.
“Para la mayoría de nosotros, la vida verdadera es aquella que no llevamos”, afirma Oscar Wilde, uno de los escritores irlandeses más influyentes de los últimos siglos. En “Exiliadas del cuerpo”, de Rosa Elena Velasco Ortiz, esta sentencia se cumple desde una doble perspectiva: no sólo porque este volumen reúne tres obras de teatro –que es, por definición, nuestro acceso más inmediato a esas vidas posibles–, sino porque estas piezas giran alrededor de existencias alternas, cuya esencia se debate entre el pánico y el sueño.
Así, este libro publicado por el Instituto Mexiquense de Cultura e incluido en El Espejo de Amarilis y la Biblioteca Mexiquense del Bicentenario, explora los senderos extraordinarios del devenir humano, más allá del tiempo, el espacio o la personalidad. Alejandro Licona explica en el prólogo que antecede a las obras, que la también egresada de la Sociedad General de Escritores de México consigue expresar estos aspectos mediante la cuidadosa construcción de sus personajes, la cual se conjuga con la complejidad de sus tramas y la potencia de sus diálogos para ofrecer un resultado memorable, que exige la participación completa del lector o, en su caso, del espectador.
De este modo, “Laberinta” se desarrolla en un vagón del metro poblado por fantasmas, los cuales se resuelven en un atípico conjunto de personajes que desembocan en una sola personalidad desdoblada, transgresora en términos de tiempo y experiencias. Acechados por sus miedos y vacíos, Muchacha, Anciana, Señora, Vagabunda, Amante, Travesti y Madre emiten monólogos que se entrelazan para conformar una voz única, para la que cada respuesta se convierte en una nueva pregunta.
Algo semejante ocurre en “Tras la pared”, una historia basada en el “horror subterráneo” surgido de las tradiciones narrativas forjadas por Edgar Alan Poe. Situada en los sucesos ocurridos en dos casas contiguas, este drama, de gran precisión y tensiones crecientes, mezcla la realidad y la suposición para proponer una atmósfera en la que los secretos ajenos acaban por revelar los propios.
En este ambiente, “La protagonista” se erige como un texto que, por un lado exhibe los vaivenes de la rivalidad profesional; por otro, demuestra que la personalidad humana se desenvuelve alrededor de un conglomerado de etiquetas y que éstas resultan tan variables como la propia vida. Ahí, entonces, se asienta el bastión central de esta colección de obras teatrales: en la imprevisible diversidad de la existencia, que deriva en la ruptura de los límites que –personajes de nuestros propios dramas– nosotros mismos nos imponemos. Así, “Exiliadas del cuerpo” se transforma en una experiencia iluminadora, que invita a sus lectores a reflexionar sobre sus propios temores, pesadillas, sueños y placeres.
Rosa Elena Velasco Ortiz, “Exiliadas del cuerpo”, Instituto Mexiquense de Cultura (col. El Espejo de Amarilis / Biblioteca Mexiquense del Bicentenario), Toluca, 2009, 239 pp.
“Para la mayoría de nosotros, la vida verdadera es aquella que no llevamos”, afirma Oscar Wilde, uno de los escritores irlandeses más influyentes de los últimos siglos. En “Exiliadas del cuerpo”, de Rosa Elena Velasco Ortiz, esta sentencia se cumple desde una doble perspectiva: no sólo porque este volumen reúne tres obras de teatro –que es, por definición, nuestro acceso más inmediato a esas vidas posibles–, sino porque estas piezas giran alrededor de existencias alternas, cuya esencia se debate entre el pánico y el sueño.
Así, este libro publicado por el Instituto Mexiquense de Cultura e incluido en El Espejo de Amarilis y la Biblioteca Mexiquense del Bicentenario, explora los senderos extraordinarios del devenir humano, más allá del tiempo, el espacio o la personalidad. Alejandro Licona explica en el prólogo que antecede a las obras, que la también egresada de la Sociedad General de Escritores de México consigue expresar estos aspectos mediante la cuidadosa construcción de sus personajes, la cual se conjuga con la complejidad de sus tramas y la potencia de sus diálogos para ofrecer un resultado memorable, que exige la participación completa del lector o, en su caso, del espectador.
De este modo, “Laberinta” se desarrolla en un vagón del metro poblado por fantasmas, los cuales se resuelven en un atípico conjunto de personajes que desembocan en una sola personalidad desdoblada, transgresora en términos de tiempo y experiencias. Acechados por sus miedos y vacíos, Muchacha, Anciana, Señora, Vagabunda, Amante, Travesti y Madre emiten monólogos que se entrelazan para conformar una voz única, para la que cada respuesta se convierte en una nueva pregunta.
Algo semejante ocurre en “Tras la pared”, una historia basada en el “horror subterráneo” surgido de las tradiciones narrativas forjadas por Edgar Alan Poe. Situada en los sucesos ocurridos en dos casas contiguas, este drama, de gran precisión y tensiones crecientes, mezcla la realidad y la suposición para proponer una atmósfera en la que los secretos ajenos acaban por revelar los propios.
En este ambiente, “La protagonista” se erige como un texto que, por un lado exhibe los vaivenes de la rivalidad profesional; por otro, demuestra que la personalidad humana se desenvuelve alrededor de un conglomerado de etiquetas y que éstas resultan tan variables como la propia vida. Ahí, entonces, se asienta el bastión central de esta colección de obras teatrales: en la imprevisible diversidad de la existencia, que deriva en la ruptura de los límites que –personajes de nuestros propios dramas– nosotros mismos nos imponemos. Así, “Exiliadas del cuerpo” se transforma en una experiencia iluminadora, que invita a sus lectores a reflexionar sobre sus propios temores, pesadillas, sueños y placeres.
Rosa Elena Velasco Ortiz, “Exiliadas del cuerpo”, Instituto Mexiquense de Cultura (col. El Espejo de Amarilis / Biblioteca Mexiquense del Bicentenario), Toluca, 2009, 239 pp.
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