Kurimanzutto inaugura este sábado una muestra de 22 jóvenes artistas de la región
Veintidós artistas emergentes, jóvenes nacidos a mediados de los años 70 y durante los 80, han tomado el espacio de Kurimanzutto en la muestra Panamericana, una exposición donde hay visiones muy personales acerca del continente, propuestas frescas de arte contemporáneo y algunos guiños a las conmemoraciones en torno de la Independencia que varias naciones festejan este 2010.
La muestra es resultado de las experiencias del curador Jens Hoffmann en la región. Su propuesta va más allá del antecedente histórico:
“Panamericana -escribió el curador- es ante todo una exposición contemporánea que ofrece una mirada a un rango más amplio de las artes visuales producidas actualmente en Latinoamérica. La exposición crea una síntesis de los individuos, las formas, las preguntas y las cuestiones que parecen ser cruciales en el contexto cultural latinoamericano en este momento, con la esperanza de estimular una discusión mas allá”.
Los artistas participantes son Adrián Esparza, Adrián Villar Rojas, Adriana Lara, Alessandro Balteo, Alexandre da Cunha, Beatriz Santiago Muñoz, Carla Zaccagnini, Cinthya Soto, Diego Pérez, Eduardo Basualdo, Federico Herrero, Gabriel Sierra, Juan Araujo, Juan Capistrán, Luis Carlos Hurtado, Marcelo Cidade, Mariana Castillo Deball, Mateo López, Nicolás Paris Vélez, Nuria Montiel, Wilfredo Prieto y Yoan Capote.
Son originarios de Puerto Rico, Argentina, Colombia, Costa Rica, Brasil, Cuba, Estados Unidos y México.
Diálogo regional
Con sus dibujos, el artista y arquitecto colombiano Nicolás Paris Vélez apela a la noción de una América que comparte un mismo cielo, una misma agua.
En una plataforma que emula una plaza, ha dispuesto dibujos que aluden al territorio panamericano, donde las hormigas cargan, cual hojas, los mapas de los países de la región; en otro, una persona vuela un papalote en forma de Suramérica y en un tercero están las costas del mapa del continente como un horizonte sobre el cual está parada una persona. No todos los artistas que participan en la muestra Panamericana, que mañana se abre en la galería Kurimanzutto, han pensado de la misma forma la noción de ser latinoamericano.
Federico Herrero, de Costa Rica, reflexiona que del mural -ha creado uno in situ en la Kurimanzutto- “siempre tenemos una idea de que tiene que ver con razones políticas, religiosas, o que está hecho para adoctrinar. Yo no hablo de nada de eso, la intención mía es tener una resonancia en el espacio físico, una deconstrucción de la arquitectura. Lo que me interesa es la energía del color y el crear nuevos espacios”.
El artista tico, de 31 años, se ríe cuando se le pregunta por el sentido de los festejos de los 200 años de Independencia en Costa Rica: “Es que es algo diferente, fue algo que se dio un poco sin que hubiera una lucha. El caso de Costa Rica es muy raro, le llegó sin pelear por ello, es extraño. Le llegó de gratis”.
Con 29 años, Adrián Villar Rojas, nacido en Rosario, Argentina, presenta Las mariposas eternas, dos piezas en una que representan grandes monumentos, uno del pasado y otro del futuro.
Él cuenta que siempre le interesaron los monumentos. “Hago monumentos porque no estoy listo para perder nada. Es un poco lo que significa el monumento, una manera de fijar en el tiempo”.
Uno de los monumentos es el de un jinete a caballo que en sus alforjas lleva los huesos del general Juan Lavalle -una figura muy importante en las guerras de Independencia y luego en las guerras civiles, entre unitarios y federales, en Argentina-. “Sucede que el que debería estar posando en el monumento está en las alforjas, degradado totalmente”. A su lado, el otro monumento ecuestre apunta a 300 años en el futuro y muestra a una mujer monta un insecto robot.
“La premisa de la muestra -opina el artista argentino- es reunir un grupo etéreo, geográfico que comparte esas coordenadas de América Latina”.
Paris Vélez coincide en que las obras de la muestra parten de una reflexión personal, aunque hay puntos en común que generan conexiones. “No son esas grandes conmemoraciones, es el rumor, la anécdota, la coincidencia que nos hace más cercanos. Esas coincidencias parten de experiencias propias, no colectivas, no grandes conmemoraciones”.
Comunidades ajenas al arte
Nuria Montiel, egresada de la Escuela Nacional de Artes Plásticas, ha llevado su obra a espacios públicos de la ciudad de México, mercados y tianguis, y ahora la presenta en la galería.
Ella creó un carro basado en los que llevan comida por la ciudad, pero adaptado a las necesidades de una imprenta móvil, con un tórculo. El sentido es que el público, las personas ajenas al mundo del arte realicen aquí sus grabados.
“El mundo de los grabadores ha quedado muy marginado, por eso este interés de hacerlo portátil. Esto quiere ser una cartografía de la ciudad de México, al ir emplazando el carro en distintos lugares. He formado una colección de grafismos de distintas comunidades, ya tengo una selección de 70”. Hoy en día, dice la joven artista, el arte “echa brazos” a la ciencia, la antropología, busca en otros espacios y disciplinas.
Su obra, sin apelar directamente a la región panamericana y a las luchas por la Independencia, en todo caso remite al mundo de los grabadores que hoy son “una comunidad de bichos raros”.
Para la artista, hay un vínculo muy importante con el uso tan significativo que tuvo la imprenta en las luchas sociales en los siglos XIX y XX.
En cuanto al sentido de las conmemoraciones, al menos en México, dice: “Me parecen excesivas, hay como una actitud piramidal del Estado cuando hay un momento de caos social y violencia del narcotráfico; hemos perdido la posibilidad de decir lo que queremos. Nos llaman a estar orgullosos de lo mexicano, pero los ideales de esas luchas del pasado no sé si están puestos sobre la mesa”.
Adrian Esparza presenta en la muestra la obra Here and now, también creada in situ. El artista, nacido en Texas, transforma en este caso un paisaje de una pintura de José María Velasco y “teje” a modo de quien hace un zarape ese paisaje con una especie de telar.
“El zarape es muy cercano para mí, es simbólico y a la vez es afecto. Los turistas lo compran en Ciudad Juárez, me parece que es un símbolo del que está viajando, un objeto kitsh, es un símbolo de México en Estados Unidos; en cambio, es muy cercano para mí”.
Veintidós artistas emergentes, jóvenes nacidos a mediados de los años 70 y durante los 80, han tomado el espacio de Kurimanzutto en la muestra Panamericana, una exposición donde hay visiones muy personales acerca del continente, propuestas frescas de arte contemporáneo y algunos guiños a las conmemoraciones en torno de la Independencia que varias naciones festejan este 2010.
La muestra es resultado de las experiencias del curador Jens Hoffmann en la región. Su propuesta va más allá del antecedente histórico:
“Panamericana -escribió el curador- es ante todo una exposición contemporánea que ofrece una mirada a un rango más amplio de las artes visuales producidas actualmente en Latinoamérica. La exposición crea una síntesis de los individuos, las formas, las preguntas y las cuestiones que parecen ser cruciales en el contexto cultural latinoamericano en este momento, con la esperanza de estimular una discusión mas allá”.
Los artistas participantes son Adrián Esparza, Adrián Villar Rojas, Adriana Lara, Alessandro Balteo, Alexandre da Cunha, Beatriz Santiago Muñoz, Carla Zaccagnini, Cinthya Soto, Diego Pérez, Eduardo Basualdo, Federico Herrero, Gabriel Sierra, Juan Araujo, Juan Capistrán, Luis Carlos Hurtado, Marcelo Cidade, Mariana Castillo Deball, Mateo López, Nicolás Paris Vélez, Nuria Montiel, Wilfredo Prieto y Yoan Capote.
Son originarios de Puerto Rico, Argentina, Colombia, Costa Rica, Brasil, Cuba, Estados Unidos y México.
Diálogo regional
Con sus dibujos, el artista y arquitecto colombiano Nicolás Paris Vélez apela a la noción de una América que comparte un mismo cielo, una misma agua.
En una plataforma que emula una plaza, ha dispuesto dibujos que aluden al territorio panamericano, donde las hormigas cargan, cual hojas, los mapas de los países de la región; en otro, una persona vuela un papalote en forma de Suramérica y en un tercero están las costas del mapa del continente como un horizonte sobre el cual está parada una persona. No todos los artistas que participan en la muestra Panamericana, que mañana se abre en la galería Kurimanzutto, han pensado de la misma forma la noción de ser latinoamericano.
Federico Herrero, de Costa Rica, reflexiona que del mural -ha creado uno in situ en la Kurimanzutto- “siempre tenemos una idea de que tiene que ver con razones políticas, religiosas, o que está hecho para adoctrinar. Yo no hablo de nada de eso, la intención mía es tener una resonancia en el espacio físico, una deconstrucción de la arquitectura. Lo que me interesa es la energía del color y el crear nuevos espacios”.
El artista tico, de 31 años, se ríe cuando se le pregunta por el sentido de los festejos de los 200 años de Independencia en Costa Rica: “Es que es algo diferente, fue algo que se dio un poco sin que hubiera una lucha. El caso de Costa Rica es muy raro, le llegó sin pelear por ello, es extraño. Le llegó de gratis”.
Con 29 años, Adrián Villar Rojas, nacido en Rosario, Argentina, presenta Las mariposas eternas, dos piezas en una que representan grandes monumentos, uno del pasado y otro del futuro.
Él cuenta que siempre le interesaron los monumentos. “Hago monumentos porque no estoy listo para perder nada. Es un poco lo que significa el monumento, una manera de fijar en el tiempo”.
Uno de los monumentos es el de un jinete a caballo que en sus alforjas lleva los huesos del general Juan Lavalle -una figura muy importante en las guerras de Independencia y luego en las guerras civiles, entre unitarios y federales, en Argentina-. “Sucede que el que debería estar posando en el monumento está en las alforjas, degradado totalmente”. A su lado, el otro monumento ecuestre apunta a 300 años en el futuro y muestra a una mujer monta un insecto robot.
“La premisa de la muestra -opina el artista argentino- es reunir un grupo etéreo, geográfico que comparte esas coordenadas de América Latina”.
Paris Vélez coincide en que las obras de la muestra parten de una reflexión personal, aunque hay puntos en común que generan conexiones. “No son esas grandes conmemoraciones, es el rumor, la anécdota, la coincidencia que nos hace más cercanos. Esas coincidencias parten de experiencias propias, no colectivas, no grandes conmemoraciones”.
Comunidades ajenas al arte
Nuria Montiel, egresada de la Escuela Nacional de Artes Plásticas, ha llevado su obra a espacios públicos de la ciudad de México, mercados y tianguis, y ahora la presenta en la galería.
Ella creó un carro basado en los que llevan comida por la ciudad, pero adaptado a las necesidades de una imprenta móvil, con un tórculo. El sentido es que el público, las personas ajenas al mundo del arte realicen aquí sus grabados.
“El mundo de los grabadores ha quedado muy marginado, por eso este interés de hacerlo portátil. Esto quiere ser una cartografía de la ciudad de México, al ir emplazando el carro en distintos lugares. He formado una colección de grafismos de distintas comunidades, ya tengo una selección de 70”. Hoy en día, dice la joven artista, el arte “echa brazos” a la ciencia, la antropología, busca en otros espacios y disciplinas.
Su obra, sin apelar directamente a la región panamericana y a las luchas por la Independencia, en todo caso remite al mundo de los grabadores que hoy son “una comunidad de bichos raros”.
Para la artista, hay un vínculo muy importante con el uso tan significativo que tuvo la imprenta en las luchas sociales en los siglos XIX y XX.
En cuanto al sentido de las conmemoraciones, al menos en México, dice: “Me parecen excesivas, hay como una actitud piramidal del Estado cuando hay un momento de caos social y violencia del narcotráfico; hemos perdido la posibilidad de decir lo que queremos. Nos llaman a estar orgullosos de lo mexicano, pero los ideales de esas luchas del pasado no sé si están puestos sobre la mesa”.
Adrian Esparza presenta en la muestra la obra Here and now, también creada in situ. El artista, nacido en Texas, transforma en este caso un paisaje de una pintura de José María Velasco y “teje” a modo de quien hace un zarape ese paisaje con una especie de telar.
“El zarape es muy cercano para mí, es simbólico y a la vez es afecto. Los turistas lo compran en Ciudad Juárez, me parece que es un símbolo del que está viajando, un objeto kitsh, es un símbolo de México en Estados Unidos; en cambio, es muy cercano para mí”.
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