lunes, 9 de agosto de 2010

“La danza folclórica es muy tradicional, no permite mezclas”

El bailarín y coreógrafo cuenta cómo ha sido su vida dentro de la danza y cómo la prefirió por encima de la pintura. Cuenta sus experiencias en la compañía de Amalia Hernández y comparte su opinión sobre la Guadalajara actual, ciudad que ha visto cambiar con el paso de los años.

Carlos Ochoa es el director del Ballet Folclórico de la Universidad de Guadalajara desde hace 32 años y no podría estar más contento. Primero pintor, luego bailarín, descubrió su pasión por la coreografía antes de concluir la licenciatura en artes plásticas. Ahora se sienta a platicar, a propósito del regreso del ballet al escenario del teatro Degollado, en una temporada dominical que arrancó hace un par de semanas y durará durante todo agosto, así como los 12 y 16 de septiembre próximos.

¿Cómo fue que se acercó a la danza?

Cuando estudiaba la carrera de artes plásticas en la UdeG, también ahí eran los ensayos del ballet, y me llamó la atención. Iba con los principiantes y ya no pude zafarme.

¿Entonces dejó la pintura?

No, para nada. Terminé la licenciatura y sigo pintando. Aunque ya no como antes. Sin embargo, mezclo la dirección con la pintura, pues también me encargo de la escenografía, el vestuario y la iluminación de cada montaje.

¿De quién aprendió más su profesión como bailarín y coreógrafo?

Antes de tomar la dirección del ballet, en 1978, me fui a la ciudad de México a la compañía que dirigía Amalia Hernández, con la que viajé por Australia, Europa, Medio Oriente, Estados Unidos, Canadá, Venezuela, Colombia y Egipto. Con Amalia compartí mucho de lo que conocí en estas giras, al visitar museos, galerías y edificios. Cada vez que puedo viajar, intento no perderme la oportunidad de ver la arquitectura y la plástica de cada sitio.

Cuando usted ingresó al Ballet de la UdeG, ¿qué cosas cambiaron bajo su dirección?

Se pudieron realizar más cosas. Se profesionalizó el ballet, pues se instauró el examen de admisión, se añadió la técnica de la danza clásica, la moderna y el zapateado flamenco, que son las tres bases principales para el folclórico. Cualquiera que estudia con nosotros domina a la perfección el folclórico, pero también puede impartir clases de las otras tres disciplinas. Un bailarín completo se construye de esta forma.

¿Qué espectáculo ha tenido oportunidad de disfrutar en vivo que se le ha marcado en la memoria?

Pues el Bolshoi y el Royal Ballet de Londres. También cuando vi a [Rudolf] Nureyev en Australia, bailando con la compañía nacional de ese país.

¿Cuál espectáculo le ha sido más complicado montar?

La danza astral del gran círculo. Durante un año estuve investigando en el Museo de Antropología, para así realizar la creación de la música, de los pasos y el vestuario. Aunque era un proyecto original, deseaba que tuviera bases en documentos históricos. En realidad la danza folclórica es una disciplina muy tradicional que no permite mezclas con otros estilos. Así que debemos ser cuidadosos.

Ya que la ha visto cambiar tanto, ¿hay alguna actividad en su tiempo libre que todavía realiza en la ciudad?

A mí me gusta la parte antigua de la ciudad. Me hubiera gustado mucho recorrer las calles cerradas, como lo fue alguna vez Juárez, o caminar por la Rotonda, junto a Catedral. Me gustaba ir a tomarme un café por esos rumbos, pero ahora no tengo tanto tiempo. Lo que veo es que la ciudad podría estar más limpia, pero en general me sigue gustando, porque estamos en un lugar privilegiado: cerca de la sierra, la playa y el desierto. Además tenemos buena música y comida. Mi postre favorito es la jericalla, pero me estoy cuidando, así que ya no como tantas como quisiera.

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