martes, 20 de abril de 2010

Conmemora obra teatral centenario de la Revolución Mexicana


Armando Hernán presenta "Nosotros somos dios"
Relata la vida del porfirista Justo Álvarez del Prado, un hombre que ejerció gran poder en aquella época

Para celebrar el Centenario de la Revolución Mexicana, el productor y director teatral, Armando Hernán, presenta la puesta en escena “Nosotros somos dios”, en la que se relata la vida del porfirista Justo Álvarez del Prado, un hombre que ejerció gran poder en aquella época.


La historia, que ofrece temporada desde el pasado fin de semana todos los sábados hasta el 22 de mayo próximo, en el Teatro Mario Moreno “Cantinflas”, ubicado en la Ciudad de México, transcurre entre 1913 y 1914, en plena época de la Revolución.

El melodrama escrito por el dramaturgo Wilberto Cantón, ubica al espectador en los últimos años del siglo XIX y los primeros del XX que vieron crecer, en la Ciudad de México, una colonia, representativa de la nueva burguesía.

Clase que poseía pretensiones de aristocracia y surgía al amparo del gobierno "porfirista": la colonia Juárez, imitación tercermundista y pintoresca de un "quartier" de París.

En la actualidad, esta zona ha perdido ya su carácter residencial; su paz fue destruida por la invasión del comercio elegante y su unidad arquitectónica por la construcción de numerosos edificios de corte funcional" que aprovechan, en las altura, el creciente encarecimiento del terreno.

Pero en la época en que se desarrolla la acción la colonia Juárez estaba en plena lozanía, con sus representativas casas (techos altos, ventanas esbeltas, fachadas de cuidadosa ornamentación rematadas por la típica, negruzca buhardilla parisina que esperaba en vano la nieve que nunca caía del clemente cielo).

Sus calles, que ya tenían hilos telefónicos y eran cruzadas por automóviles, tenía una vida relativamente alejada del centro de una ciudad todavía pequeña y con aire provinciano, reverso de la brillante medalla que hoy relumbra orgullosa con sus seis millones de habitantes.

Sus larguísimas avenidas, viaductos, pasos a desnivel, jardines y fuentes; todo en ella hablaba de la riqueza de sus moradores y del "progreso" habido en 30 años de paz, progreso superficial y ficticio del que se beneficiaban unos cuantos privilegiados, cuya ilusión caería por tierra cuando la Revolución mostró la verdad de un pueblo oprimido, hambriento y colérico.

En la colonia Juárez, ”donde hasta la mexicanidad del apellido que ostenta fue traicionada al bautizar sus calles con nombres europeos: París, Havre, Berlín, Sevilla, Lisboa y otros, ”estaba el ´chalet´ que construyó don ´Justo Álvarez del Prado´, próspero abogado a quien recurrían nacionales y extranjeros cuando traían entre manos algún asunto que requiriera influencias".

Este personaje tenía las mejores relaciones; las puertas de los palacios más estrictos se le abrían y en no pocas oficinas encumbradas tenía derecho de picaporte. Su fortuna nació y creció a la sombra protectora de don Porfirio Díaz, de quien se rumoreaba que no sólo era amigo sino pariente y hasta consejero.

Pero su despacho no decayó durante el "maderismo"; no sufrió en sus negocios reveses ni en sus bienes mengua y al llegar al poder el general Victoriano Huerta, fue llamado a ocupar una cartera en el gabinete presidencial, en recompensa a los buenos oficios que realizó para el entendimiento secreto entre aquél y Félix Díaz, en los aciagos días de la Decena Trágica.

Lo que el espectador ve en escena, es la casa de ´don Justo´ con un salón interior muy amplio, alto de techos, paredes tapizadas con papel de tonos sombríos, un gran arco al fondo que comunica con un pasillo, que a su vez tiene salida a la terraza (por el fondo también) y al vestíbulo (por la izquierda). En primer término, a izquierda y derecha, sendas puertas.

Los muebles, de caoba y brocado, son los de rigor: sofá, sillones, sillas, jugueteros llenos de finas porcelanas; sobre una mesita hay un teléfono; en las paredes, retratos de familia, copias de cuadros académicos y un espejo en cuyo marco sonríen ángeles dorados.

La puesta en escena tuvo su estreno hace 50 años, cuando ganó el premio a la mejor obra de teatro, con la actuación de Enrique Aguilar, Luis Bayardo y Carlos Petrel, entre otros. Ahora cumplirá temporada hasta el 22 de mayo próximo en el Teatro Mario Moreno “Cantinflas”.
México, D.F.

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