martes, 25 de mayo de 2010

Ardua investigación la localización de banderas de Allende: INAH

La historiadora del instituto dijo que desde hace 15 años inició la búsqueda de estas banderas y se logró ubicarlas en el Museo del Ejército, en España.

La localización y el consecuente regreso a México de las banderas de Ignacio Allende, luego de permanecer por casi 200 años en España, es resultado de una ardua investigación histórica en la que intervinieron varias generaciones de estudiosos que desde 1930 sabían de su existencia, pero ignoraban dónde se encontraban.

Martha Terán, historiadora del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH- Conaculta), quien logró la identificación de las banderas en el Museo del Ejército, en España, indicó que ella comenzó hace 15 años su investigación.

Añadió que el regreso del par de piezas a México culmina un trabajo acumulado de muchos estudiosos como Luis Castillo Ledón, Ernesto Lemoine y Guadalupe Jiménez Codinach.

El par de insignias —que fueron enviadas en 1814 por Félix María Calleja al rey Fernando VII como trofeos de guerra ganados en la Batalla del Puente de Calderón, en enero de 1811—, llegaron a México procedentes de España el pasado 20 de mayo en un avión de la Fuerza Aérea, luego de un acuerdo entre los gobiernos de ambos países,

Las banderas fueron entregadas INAH para su custodia; ambas permanecen en el Museo Nacional de Historia “Castillo de Chapultepec”, donde quedaron a resguardo, una por cinco años y otra de manera permanente.

La búsqueda de estas insignias, según palabras de la especialista, “fue una obsesión que pasó de historiador a historiador y que yo tuve la suerte de concretar”.

Un elemento clave en la localización de las piezas fue la Nota de las alhajas y muebles que el virrey de Nueva España remite al ministro de la guerra, escrita por Félix María Calleja cuando en 1814 envió el arcón de sus trofeos de guerra al rey de España, en el que iban las banderas de Allende, junto con prendas que pertenecieron a Miguel Hidalgo y José María Morelos.

“Esa nota fue localizada en el Archivo General de la Nación por el historiador Luis Castillo Ledón y paleografiada por él mismo en 1922; en ella Calleja cita entre otros objetos a dos banderas sobre tafetán celeste con la imagen de la Virgen de Guadalupe y al reverso el Arcángel San Miguel con el Águila Imperial y varios trofeos y jeroglíficos.

El propio Calleja advierte en el texto que se trata de las primeras banderas con que los rebeldes levantaron el grito de la insurrección en la Villa de San Miguel el Grande, y que los realistas tomaron en la acción de la Batalla de Puente de Calderón, el 17 de enero de 1811.

Martha Terán refirió que no obstante conocer su existencia a través de dicho documento, para los historiadores era “prácticamente imposible definir su destino final porque en algún momento de la historia fueron erróneamente identificadas por los españoles y permanecieron por años clasificadas como banderas de infantería. Pertenecieron a José María Morelos y fueron usadas en la Batalla de Temalaca en 1815”.

Explico que fue hasta 1998, con la inauguración de la Red de Historiadores H-México en Internet, que envió un anuncio a los colegas donde les manifestaba que buscaba tales banderas.

Entonces Terán recibió respuesta de un historiador exiliado de Chile, Carlos Contreras, quien le informó que el Museo del Ejército en España estaba llevando a cabo una minuciosa catalogación de sus acervos, teniendo como responsable a Luis Sorando.

Entonces la investigadora del INAH se puso en contacto con Sorando, “en un principio puso muchas objeciones pero no me dí por vencida y le dije: ‘Yo conozco de banderas y creo que las que usted tiene son las que yo buscó desde hace 15 años’. Luego de describírselas Sorando me dijo que teníamos que entrevistarnos, y así comenzó una conversación entre estudiosos.

“Llegamos a la conclusión de que se trataba de las banderas de Ignacio Allende, y juntos dimos una buena clasificación no sólo a estas insignias, sino a otras dos que se encontraban en el Museo del Ejército: una copia del siglo XVI del pendón de Hernán Cortés con que conquistó la Nueva España, y cuyo original está en la Ciudad de México, y otra con el Aspa de Borgoña usada en la Junta de Zitácuaro”.

Para Marta Terán la identificación y recuperación del par de banderas de Ignacio Allende, ha dado inicio a una nueva lectura de la historia de México, “que nos está llevando a redescubrirla, de tal manera que México ya tiene sus primeras banderas y tenemos más orden en el conocimiento de nuestras insignias”.

La investigadora, explica que los historiadores han registrado una muchedumbre de banderas guadalupanas usadas en el movimiento insurgente, una cantidad impresionante de artefactos sacados de las iglesias.

Tan sólo la colección de banderas del Museo Nacional de Historia comienza con el estandarte que tomó don Miguel Hidalgo en el Templo de Atotonilco, y con otro guadalupano que corresponde a la provincia de San Pedro y San Pablo, Michoacán, pero que no son banderas militares.

Allende mandó elaborar estas dos insignias específicamente para ser portadas por el Cuerpo de los Dragones de la Reina de San Miguel el Grande, regimiento involucrado en la conjura que combatió contra el ejército realista en el movimiento de Independencia, seguramente consensadas en las juntas de conspiración porque tienen las formas y medidas reglamentarias.

“Estas banderas hablan de la patria, la religión y el rey; tienen en el anverso a la Virgen de Guadalupe coronada como patrona jurada de la Nueva España, y en el revés, el águila mexicana timbrada con el Arcángel San Miguel.

“Está rodeada de bienes militares y de banderas españolas que portaban los regimientos del rey Fernando VII, para significar que la lucha se iniciaba como una defensa del monarca y de la religión católica.

“En ese momento en España reinaba José Bonaparte, monarca de origen francés, cuyo país dominaba la península Ibérica, y empezó a correr el rumor de que los españoles entregarían el reino americano a Francia”, expresó.

Entonces mediante las banderas, los insurgentes legitimaron la presencia de una nación bendecida y expresan su preocupación por preservarla de los extranjeros que no garantizaban la permanencia de la religión católica como dominante, concluyó.
Ciudad de México

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