jueves, 24 de junio de 2010

Fue Monsiváis un asiduo asistente al remate de libros en el Auditorio Nacional


Más de una vez se captó al celebre cronista comprando diversos títulos en esta feria de rebajas que se realiza en el vestíbulo de dicho edificio año con año.

Para quienes conocen bien el remate de libros que actualmente se lleva a cabo en el Auditorio Nacional, parece que el espíritu del escritor Carlos Monsiváis (1938-2010), muerto el sábado pasado, aún ronda entre las mesas de oportunidades, viendo, preguntando, y finalmente, comprando.

Durante la edición 2008 del remate, se captó al célebre cronista. Con mil pesos en la bolsa, la expectativa de hallar libros interesantes y una sonrisa afable; llegó, sólo y su alma, Monsiváis al segundo remate de libros que se instaló en el vestíbulo del Auditorio Nacional.

Entre la selección de volúmenes, muecas de gusto y disgusto, aceptación o rechazo, el coleccionista señaló en exclusiva que “en una feria así, tan sujeta a la huida del recicle, estoy al hallazgo, al azar, a lo que uno nunca puede encontrar en otro lado”.

Cordial, el escritor calificó en esa ocasión al remate, organizado por la Secretaría de Cultura de la Ciudad de México, como “La feria de la sorpresa”, por la increíble cantidad de libros, temas, títulos y autores que se puede hallar en un espacio, sin embargo, tan relativamente pequeño, como es el vestíbulo.

Libros de poesía y pintura venezolana llamaron entonces la atención de Monsiváis y, para ello, dedicó parte de sus mil pesos presupuestados desde ese día por la mañana, cuando salió de su casa localizada en la calle San Simón, de la Colonia Portales, en la capital del país, para buscar entre los cerros de libros.

Monsiváis destinó mil pesos, quizá porque los precios anunciados por los organizadores estaban, efectivamente, rebajados. Durante la entrevista aclaró, sin embargo, que en sus habituales compras de libros gasta cantidades mucho mayores a los mil pesos que ese día invirtió en una pequeña pila de títulos.

“¡Siempre gasto muchísimo más!”, exclamó el laureado hombre de letras, y agregó en seguida que por ese día, “este es mi tope”. Pero como comprador profesional de libros, confesó que siempre tuvo sus trucos. “Traje mil pesos, pero si descubro libros que yo quiera, los dejo apartados”, expresó.

Consideró luego que este tipo de eventos, a los que el público tiene acceso de manera gratuita, “son una gran iniciativa”, y le pareció “una combinación muy fértil la del precio accesible y el hallazgo del lector”. Monsiváis permaneció alrededor de una hora hablando, mirando y curioseando al mismo tiempo.

Tras manifestar su deseo porque estos remates de libros se mantengan de manera permanente, el desaparecido intelectual subrayó que la afluencia de público al Auditorio Nacional, al menos ese día de inauguración, fue “fantástica, de manera especial por tanto joven que ha venido a comprar”.

Justificó que los asistentes hubieran sido en esa ocasión mayoritariamente jóvenes, “porque ellos son los que leen. Después ya viene el reposo de la edad, que es casi siempre invitación a quedarse frente a algún aparato de radio o televisión, sentado en un sofá de la sala” y al tiempo miró hacia el cielo.

Como siempre, el escritor recorrió la librería ocasional sólo, sin compañía, porque a decir de él, “mi vida es un páramo rodeado de libros... bueno, eso no es cierto, pero se oye muy bien”, dijo con una sonrisa que iluminó totalmente su rostro que ese día todavía brillaba por sus 70 años recién cumplidos.

Su casa, que era un “felinato” no un “orfanato”, estuvo siempre poblada de gatos que él criaba, cuidaba, alimentaba y protegía con esmero. Por eso, su pantalón oscuro lució esa tarde tapizado de pelos de gatos. “Esa es una característica de mi casa, más que de mí”, explicó sin empacho alguno.

Monsiváis tocó ligeramente su pantalón con la diestra, levantó un libro con la siniestra, y con la mirada recorrió las mesas donde miles de libros esperaban nuevo dueño. “Voy a seguir comprando, o apartando libros”, se disculpó, antes de despedirse con un mohín en el rostro y una mirada amistosa.
Ciudad de México

No hay comentarios:

Publicar un comentario