Tras ocho días de actividades ayer terminó el Quinto Festíval Internacional de Tìteres. Miguel Ángel Gutiérrez, director artístico, hace un balance de la edición, dice que buscarán que cada vez sea más independiente.
Cada año, justo dos semanas antes de que empiece el festival, digo que va a ser el último. Pero durante el Festín, al conocer a los grupos y ver al público, sé que no será así”, comenta Miguel Ángel Gutiérrez, director artístico del Festín, que para este año, a pesar de la contingencia sanitaria, logró convocar a grupos nacionales junto a compañías de España, Holanda, Canadá y Argentina. Y con todo y que el de Guadalajara continúa haciéndose fama de ser el público más difícil, “se superó la expectativa en la audiencia. Estamos muy contentos en ese sentido, se demostró que ya más personas conocen al Festival, saben que existe. Los grupos extranjeros, especialmente los de países fríos como Holanda (de donde llegó la t’Magisch Theatertje) quedaron fascinados con la audiencia, la gente fue muy entregada, además, se van como si fueran cuatachos de toda la vida. “En Guadalajara hay un hambre de títeres, y esto también te lo digo como padre”, afirma Gutiérrez, también director de la compañía experimental de títeres Luna Morena.
Ocho días en los que el arte del teatro de figuras no sólo creó lazos espectador-artista: el Festín de los Muñecos aportó lo suyo a los creativos de la ciudad, con dos talleres impartidos por Toni Rimbau (España) y Dany LeFrancois (Canadá), en los que se inscribieron artistas plásticos, bailarines, actores y, claro, titiriteros, “próximamente veremos el resultado de los trabajos en los talleres. Me di cuenta que compañías y artistas de la ciudad de varias disciplinas escénicas comienzan a incorporar elementos del teatro de figuras a sus trabajos”. Desde los primeros días que se lanzó la convocatoria, los talleres tuvieron lleno total.
Aunque esta aventura de la imaginación ha tenido sus traspiés acá, en la realidad de la organización, todos embates relacionados con la crítica situación económica de México, el Festín logró salir avante: “con el retiro de apoyos del Ayuntamiento de Zapopan aplicamos el viejo truco del plan C, y logramos cubrir ese hueco económico con la extensión del festival en León, Guanajuato. Todas las funciones canceladas en Zapopan fueron compradas por León”. “ Tuvimos lleno total, funcionó muy bien, lo que nos lleva a vislumbrar para la siguiente edición una pequeña gira centro-occidente”. Y lo sucedido con el Ayuntamiento Zapopano es un primer y gran indicio de la situación que viene para todos los que se dedican a actividades creativas. “Como creador creo que será un año difícil, lo primero que se recorta de presupuestos oficiales es la cultura, lo difícil viene para los realizan trabajos que por naturaleza no son comerciales, y son los que van a sufrir más limitantes. Espero que las nuevas administraciones tengan la suficiente inteligencia y sensibilidad para unir esfuerzos. Pero se ha demostrado que cuando no hay voluntad, simplemente no se puede”. “Pondremos todo de nuestra parte para la sexta edición, para seguir con este sueño que cada vez adquiere más independencia. Y espero, antes de morir, ver que la ciudad se apropie del Festín, que se convierta en una tradición”, son las palabras de Miguel Ángel, justo antes de la última función del Baron de Münchhausen.
Se despiden con una leyenda de la imaginaciónPaciencia es lo que necesitan los que son puntuales. La tercera llamada para arrancar con el espectáculo Las aventuras del barón Münchhausen de la compañía La Badulfa sonó quince minutos después de las 12:00 horas en el Teatro Diana. Una vez que los asistentes se acomodaron –los asientos de plástico para que los niños tuvieran una mejor vista estuvieron a la orden del día–, aplaudieron con compás para exigir el arranque de la función. Ahí estaban, sobre un perchero, el sombrero, saco y nariz tan característicos de Karl Friedrich Hieronymus von Münchhausen, a punto de ser condenado por el terrible crimen de usar la imaginación, y de ser un “peligro para el equilibrio de la razón”. Pero cuatro de sus “fans”, hombres que habían escuchado su increíble anecdotario de este genial embustero, salieron a su defensa, adjudicándose la personalidad del Barón.
Y ahí mismo, en la corte, cobraron vida sus aventuras: las andanzas al lado de Bucéfalo, su fiel y audaz corcel; el terrible combate entre su pequeño batallón, que terminó por lanzarlo a la luna –un viaje de guiños alucinantes, ejecutado a través de transparencias-, sus tropelías de ultramar y finalmente, su tiempo como prisionero del sultán Alí Vayajeta. La imaginación fue estimulada mediante el buen humor de los cuatro actores-titiriteros, que no escatimaron en chascarrillos atractivos para el público adulto y con referencias actuales (como la gripe porcina o los hegemónicos Estados Unidos), y quienes reconstruyeron el recuerdo de Münchhausen mediante tres estructuras piramidales de madera, sencillos títeres y actuación. Varias veces ocuparon el espacio entre las butacas, maravillando a chicos y grandes, para al final, demostrar que todos llevamos dentro esa capacidad de modificar la realidad con la imaginación, que todos podemos ser Münchhausen. Se despidieron entre bailes judíos y muchos aplausos sinceros. Guadalajara, Jal.
Ocho días en los que el arte del teatro de figuras no sólo creó lazos espectador-artista: el Festín de los Muñecos aportó lo suyo a los creativos de la ciudad, con dos talleres impartidos por Toni Rimbau (España) y Dany LeFrancois (Canadá), en los que se inscribieron artistas plásticos, bailarines, actores y, claro, titiriteros, “próximamente veremos el resultado de los trabajos en los talleres. Me di cuenta que compañías y artistas de la ciudad de varias disciplinas escénicas comienzan a incorporar elementos del teatro de figuras a sus trabajos”. Desde los primeros días que se lanzó la convocatoria, los talleres tuvieron lleno total.
Aunque esta aventura de la imaginación ha tenido sus traspiés acá, en la realidad de la organización, todos embates relacionados con la crítica situación económica de México, el Festín logró salir avante: “con el retiro de apoyos del Ayuntamiento de Zapopan aplicamos el viejo truco del plan C, y logramos cubrir ese hueco económico con la extensión del festival en León, Guanajuato. Todas las funciones canceladas en Zapopan fueron compradas por León”. “ Tuvimos lleno total, funcionó muy bien, lo que nos lleva a vislumbrar para la siguiente edición una pequeña gira centro-occidente”. Y lo sucedido con el Ayuntamiento Zapopano es un primer y gran indicio de la situación que viene para todos los que se dedican a actividades creativas. “Como creador creo que será un año difícil, lo primero que se recorta de presupuestos oficiales es la cultura, lo difícil viene para los realizan trabajos que por naturaleza no son comerciales, y son los que van a sufrir más limitantes. Espero que las nuevas administraciones tengan la suficiente inteligencia y sensibilidad para unir esfuerzos. Pero se ha demostrado que cuando no hay voluntad, simplemente no se puede”. “Pondremos todo de nuestra parte para la sexta edición, para seguir con este sueño que cada vez adquiere más independencia. Y espero, antes de morir, ver que la ciudad se apropie del Festín, que se convierta en una tradición”, son las palabras de Miguel Ángel, justo antes de la última función del Baron de Münchhausen.
Se despiden con una leyenda de la imaginaciónPaciencia es lo que necesitan los que son puntuales. La tercera llamada para arrancar con el espectáculo Las aventuras del barón Münchhausen de la compañía La Badulfa sonó quince minutos después de las 12:00 horas en el Teatro Diana. Una vez que los asistentes se acomodaron –los asientos de plástico para que los niños tuvieran una mejor vista estuvieron a la orden del día–, aplaudieron con compás para exigir el arranque de la función. Ahí estaban, sobre un perchero, el sombrero, saco y nariz tan característicos de Karl Friedrich Hieronymus von Münchhausen, a punto de ser condenado por el terrible crimen de usar la imaginación, y de ser un “peligro para el equilibrio de la razón”. Pero cuatro de sus “fans”, hombres que habían escuchado su increíble anecdotario de este genial embustero, salieron a su defensa, adjudicándose la personalidad del Barón.
Y ahí mismo, en la corte, cobraron vida sus aventuras: las andanzas al lado de Bucéfalo, su fiel y audaz corcel; el terrible combate entre su pequeño batallón, que terminó por lanzarlo a la luna –un viaje de guiños alucinantes, ejecutado a través de transparencias-, sus tropelías de ultramar y finalmente, su tiempo como prisionero del sultán Alí Vayajeta. La imaginación fue estimulada mediante el buen humor de los cuatro actores-titiriteros, que no escatimaron en chascarrillos atractivos para el público adulto y con referencias actuales (como la gripe porcina o los hegemónicos Estados Unidos), y quienes reconstruyeron el recuerdo de Münchhausen mediante tres estructuras piramidales de madera, sencillos títeres y actuación. Varias veces ocuparon el espacio entre las butacas, maravillando a chicos y grandes, para al final, demostrar que todos llevamos dentro esa capacidad de modificar la realidad con la imaginación, que todos podemos ser Münchhausen. Se despidieron entre bailes judíos y muchos aplausos sinceros. Guadalajara, Jal.
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