A través de sus personajes, en esta obra se relatan las memorias, amores y fantasmas de la Revolución, el sentimiento de quienes participaron en la construcción de una nación y gritaron al unísono el triunfo, pero también de aquellos que sufrieron las consecuencias de pobreza y abandono.
La novela “Los muertos de mi vida”, de María Sanz, que hace una reflexión sobre los miles de héroes de la Revolución Mexicana para los que no existe un solo monumento, se presentó anoche en la Sala Adamo Boari del Palacio de Bellas Artes.
A través de sus personajes, en esta obra se relatan las memorias, amores y fantasmas de la Revolución, el sentimiento de quienes participaron en la construcción de una nación y gritaron al unísono el triunfo, pero también de aquellos que sufrieron las consecuencias de pobreza y abandono.
Se trata de una historia con una narración que da saltos desde el presente, cuando se prepara la fiesta de 90 años de “Magdalena Milagros”, al pasado, a la Revolución.
Además de este personaje, también conocido como “Doña veneno”, están su hija “Raquel”, “Vicencio”, un fantasma, confidente y recuerdo al que le narra sus memorias; “Conchita” y “Josefa”, la servidumbre de la casa, quienes cuidan a la primera y reflejan la visión de los pobres.
Otros personajes son el “francés”, amante carnal y padre de sangre de “Raquel”, y “Gabriel Zenteno”, héroe olvidado de la Revolución y progenitor moral de la hija de “Doña veneno”.
Es a través de la vida de “Gabriel Zenteno”, esposo fallecido de “Milagros”, que se expone lo intrincado de la política e historia de la Revolución Mexicana; una época en la cual el precio de los ideales era la sangre, durante la que se iba primero a las batallas y después a las venganzas.
La mirada de María Sanz describe como humanos, ni totalmente buenos o malos, a Porfirio Díaz, Francisco I. Madero, Emiliano Zapata y Francisco Villa.
Lo anterior, porque pareciera que únicamente los vencedores fueron valientes, pero esta novela demuestra que también los héroes cargan muertos sobre los hombros y, a veces, en sus conciencias.
De igual forma, la autora se refiere a la Revolución como el resultado del hambre, la desesperanza y el resentimiento de los mexicanos olvidados por el porfiriato; como un movimiento armado que Madero no esperaba durara tantos años.
Movimiento armado que dio respuesta al ansia de “echar bala”; “quebrar” federales o rurales; robar mujeres y prender fuego a las haciendas; pero también muestra lo complicado que fue al final soltar las armas para tomar nuevamente el arado.
María Sanz estudió una maestría en Psicología Clínica, profesión que ejerció hasta que decidió dedicarse de tiempo completo a la literatura y las artes plásticas.
Ha escrito otras obras como “Corazón de viento” (2003), “Nunca un día como otro” (2005) y “Aguaviento” (2007).
México, D.F.
La novela “Los muertos de mi vida”, de María Sanz, que hace una reflexión sobre los miles de héroes de la Revolución Mexicana para los que no existe un solo monumento, se presentó anoche en la Sala Adamo Boari del Palacio de Bellas Artes.
A través de sus personajes, en esta obra se relatan las memorias, amores y fantasmas de la Revolución, el sentimiento de quienes participaron en la construcción de una nación y gritaron al unísono el triunfo, pero también de aquellos que sufrieron las consecuencias de pobreza y abandono.
Se trata de una historia con una narración que da saltos desde el presente, cuando se prepara la fiesta de 90 años de “Magdalena Milagros”, al pasado, a la Revolución.
Además de este personaje, también conocido como “Doña veneno”, están su hija “Raquel”, “Vicencio”, un fantasma, confidente y recuerdo al que le narra sus memorias; “Conchita” y “Josefa”, la servidumbre de la casa, quienes cuidan a la primera y reflejan la visión de los pobres.
Otros personajes son el “francés”, amante carnal y padre de sangre de “Raquel”, y “Gabriel Zenteno”, héroe olvidado de la Revolución y progenitor moral de la hija de “Doña veneno”.
Es a través de la vida de “Gabriel Zenteno”, esposo fallecido de “Milagros”, que se expone lo intrincado de la política e historia de la Revolución Mexicana; una época en la cual el precio de los ideales era la sangre, durante la que se iba primero a las batallas y después a las venganzas.
La mirada de María Sanz describe como humanos, ni totalmente buenos o malos, a Porfirio Díaz, Francisco I. Madero, Emiliano Zapata y Francisco Villa.
Lo anterior, porque pareciera que únicamente los vencedores fueron valientes, pero esta novela demuestra que también los héroes cargan muertos sobre los hombros y, a veces, en sus conciencias.
De igual forma, la autora se refiere a la Revolución como el resultado del hambre, la desesperanza y el resentimiento de los mexicanos olvidados por el porfiriato; como un movimiento armado que Madero no esperaba durara tantos años.
Movimiento armado que dio respuesta al ansia de “echar bala”; “quebrar” federales o rurales; robar mujeres y prender fuego a las haciendas; pero también muestra lo complicado que fue al final soltar las armas para tomar nuevamente el arado.
María Sanz estudió una maestría en Psicología Clínica, profesión que ejerció hasta que decidió dedicarse de tiempo completo a la literatura y las artes plásticas.
Ha escrito otras obras como “Corazón de viento” (2003), “Nunca un día como otro” (2005) y “Aguaviento” (2007).
México, D.F.
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