jueves, 24 de junio de 2010

Estudian industria ósea en Teotihuacan

En esa ciudad prehispánica mesoamericana se elaboraban, con huesos humanos, artefactos de uso cotidiano. Se han analizado más de cinco mil fragmentos, los cuales corresponden a la fase Tlamimilolpa del periodo Clásico

En Teotihuacan hubo una gran industria ósea que produjo innumerables artefactos de uso cotidiano, a partir de huesos de seres humanos que eran obtenidos muy probablemente de cadáveres de los mismos teotihuacanos, y que no eran huesos exhumados, de cuerpos ya esqueletizados, sino frescos.

“Cuando el hueso muere, se vuelve quebradizo, es menos resistente. Por eso, para poder moldearlo o transformarlo en un artefacto, se necesita que sea ‘verde’, lo más fresco posible”, dice la doctora Abigail Meza Peñaloza, del Instituto de Investigaciones Antropológicas de la UNAM, quien encabeza el proyecto “La industria ósea y el culto a los ancestros en Teotihuacan”.


Los materiales analizados (más de cinco mil fragmentos) provienen de La Ventilla, barrio especializado en la industria lítica (producción de herramientas de piedra), muy cercano a la zona arqueológica de Teotihuacan, y corresponden a la fase Tlamimilolpa (200-350 después de Cristo) del periodo Clásico, es decir, cuando esta ciudad prehispánica mesoamericana estaba en su apogeo.


De acuerdo con la especialista universitaria, las huellas de corte encontradas en los artefactos teotihuacanos muestran que se trabajaba con cadáveres frescos y que, por lo tanto, era necesario limpiar los huesos.


“Las principales huellas de corte están relacionadas con el descarne y el despiece, sobre todo con la separación de los huesos del muslo (el Fémur de la articulación de la rodilla, donde va la Rótula, la Tibia y el Peroné)”, asegura la investigadora


Se nota que los teotihuacanos tenían predilección por los huesos de personas adultas y sanas, porque en los que se han descubierto no hay huellas de infecciones como periostitis; así, descartaban los huesos infantiles o los seniles, porque eran menos resistentes o podrían tener males como la osteoporosis.


Variables anatómicas discretas

Como parte de su proyecto de investigación, Meza Peñaloza trata de demostrar que los teotihuacanos convertían los huesos de sus propios muertos en artefactos de uso cotidiano.

“Los huesos humanos con que están elaborados esos artefactos no parecen ser de sujetos foráneos sacrificados, según dos indicios: se han encontrado en todos los contextos teotihuacanos domésticos y ceremoniales, asociados a diferentes actividades; y, según análisis morfológicos, están muy emparentados biológicamente con los huesos de los muertos enterrados de manera tradicional, debajo de los pisos de las casas”, comenta la investigadora universitaria.


Avalan este parentesco ciertos rasgos anatómicos que se heredan, llamados variables anatómicas discretas, como los rasgos epigenéticos.


Todos estos rasgos se van cuantificando, sobre todo los del cráneo. Si bien no indican una variación en la vida diaria, si son una constante que se hereda entre familiares consanguíneos.


Abigail Meza Peñaloza aprovechó los contornos de los senos frontales, que son como las huellas dactilares del cráneo. Aunque ninguna persona los tiene idénticos a otra, si hay patrones en cuanto a la forma y el tamaño entre sujetos emparentados biológicamente.


“Cuando comparé los contornos de los senos frontales utilizados en artefactos de uso cotidiano con los de los cráneos de sujetos enterrados (ambos grupos del periodo Clásico), resultaron idénticos; en cambio, los primeros se alejaban de las formas, los contornos y los tamaños de los de los cráneos de sujetos sacrificados en el templo de Quetzalcóatl y de sujetos que provenían de una temporalidad tardía (Posclásico) y estaban asociados a otra tradición cultural no teotihuacana”, explica.


Análisis de isótopos

En una siguiente etapa, Abigail Meza Peñaloza hará análisis de isótopos de estroncio y oxígeno para comparar los huesos de sujetos convertidos en artefactos de uso cotidiano con los enterrados de manera tradicional.

“Con esos análisis es posible identificar las fuentes de consumo de agua de los sujetos y, de este modo, inferir su movilidad residencial, o comprobar si se adaptaron parcial o completamente a un nuevo ambiente o si su dieta correspondía a la de la región, que era diferente, por ejemplo, de la de sujetos que habitaban en la costa”, explica.


Para este tipo de análisis, la investigadora utilizará solamente dientes de sujetos adultos (el segundo y el tercer molar); luego, dependiendo de los resultados, tratará de analizar la diáfisis del Fémur, donde puede quedar registrada la procedencia de los isótopos de oxígeno a lo largo de la vida de un sujeto.


“Allí podría haber señales de si cierto sujeto bebió agua de otros lugares durante su vida. Desafortunadamente, debido a la variedad de artefactos de uso cotidiano y a que todos los huesos están fragmentados, no podemos ‘cazar’ el Fémur con los dientes; de hecho, es imposible saber a quién o a quiénes pudieron haber pertenecido”, aclara.


Meza Peñaloza se dedica a seleccionar las muestras. El protocolo indica que los dientes tienen que estar implantados en el maxilar o la mandíbula y no deben haber estado expuestos a calor, porque éste altera la información molecular.


El frontal y el occipital

Los huesos humanos que más se aprovechaban en Teotihuacan para poder fabricar artefactos de uso cotidiano eran los de la bóveda del cráneo, sobre todo el frontal y el occipital, en ese orden, de acuerdo con la experta universitaria.

“Los teotihuacanos separaban el neurocráneo, la calota, el frontal, los parietales y el occipital, que son convexos y van unidos por las suturas craneales”.


Los siguientes eran los huesos largos: los Fémures (tubos largos, casi perfectos, que podían segmentarse en placas pequeñas o largas para elaborar aplicaciones para ropa, agujas o peines para los telares), seguidos de las Tibias.


Los Peronés y los Húmeros se utilizaban poco. Y a veces se recurría a los Cubitos y Radios, que son más pequeños, para hacer perforadores o punzones.


Para la elaboración propiamente dicha de los artefactos de uso cotidiano, los teotihuacanos se valieron de instrumentos de obsidiana, basaltos, piedras como el sílex, que les servían como cuchillos, navajillas prismáticas que les permitían desmembrar y retirar todo el tejido blando de los huesos, etcétera.


Utilizaron también una especie de cuerdas para desgastar los huesos, unas arenillas para marcar las líneas del corte y quebrarlos, y unos percutores (de piedra, madera y astas de venado) para romperlos y fragmentarlos.


“Entre los más de 500 artefactos que hemos rescatado hay botones y aplicaciones para ropa; espátulas o piezas que pudieron servir para desfibrar fibras vegetales, trabajar piel o elaborar papel; agujas de diferentes tamaños para sastrería o para tejer redes; lanzaderas y peines para los telares; y, sobre todo, pulidores que se usaban en la hechura de cerámica o como pulidores de estucos”, comenta Abigail Meza Peñaloza.

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