lunes, 10 de mayo de 2010

Homenajean su aporte al arte mexicano

Aplauden de pie a Rodolfo Ríos en la Galería Arte Actual Mexicano.

Con una tranquilidad inmanente, sereno y sublime, el pintor Rodolfo Ríos esperaba pacífico y observaba la sala de la Galería Arte Actual Mexicano, donde en cualquier momento sobre él se daría cuenta a los presentes.

De camisa estilo guayabera y pantalón guinda, el artista de 90 años –cumplidos el 3 de enero–, veía a quienes ingresaban al lugar que, a media luz, sería cómplice de su reconocimiento y homenaje.

Guillermo Sepúlveda director de la Galería Arte Actual Mexicano sería el encargado de principiar la semblanza al paisajista oriundo de Ciudad Mier, Tamaulipas.

“Es un reconocimiento a su aportación al arte mexicano y nuestra identidad”, declaraba Sepúlveda energéticamente ante más de cuarenta personas ahí reunidas, entre ellas la directora de la Pinacoteca del estado, Elvira Lozano de Todd.

“Ríos, de perfil bajo, siempre estuvo presente en nuestro medio cultural sin pretender fama y reconocimiento”, añadió el curador.

Describía a un Ríos enamorado del paisaje y la naturaleza, reflejado en sus más grandes obras donde prevalecen principalmente montañas, el desierto, instrumentos de labranza, y complementaba solemne: “De alguna manera todo es un reflejo de sí mismo”.

Rodolfo Ríos alumno fundador del Taller de Artes Plásticas de la UANL, contemplaba taciturno el andar de la charla. Su vida, su gente, su pasión se exhibía en las obras que adornaban la sala. Gente del pueblo, sus propios padres y él mismo en autorretratos magistrales estaban también presentes.

Recuentos, anécdotas e historias de la infancia y juventud vinieron a la mesa, Ríos recordaba pasajes en Ciudad Mier: “Iba detrás de mi padre quien arriaba unos bueyes cuando se toparon al herrero, quien gritó a mi padre: “¡Oye Nicolás!, ¡Ese chimalpopoca que está detrás de ti, tráemelo para que me ayude en la fragua!” Este hecho junto con otros más marcaría el inicio de la vida laboral del también carpintero.

Ya en Monterrey, recordaba el novenario pintor lo que sería su primer encuentro con las artes: “Trajeron una exposición de autorretratos de pintores mexicanos, y una amigo me invitó que fuera y me interesó mucho”.

Mientras que por otro lado comenzaba vislumbrar sus primeros rayos de luz, la escuela de artes plásticas a la que posteriormente ingresaría con atípico saludo.

“Y ustedes, ¿qué quieren o a qué vienen o qué?, ¿quieren ser pintores ustedes?”, decía Carmen Cortés una española de joven edad y enormes gafas, en ese entonces coordinadora del Taller de Artes Plásticas a unos tímidos Modesto Rodríguez y Rodolfo Ríos. “¡Ustedes váyanse con las mujeres malas y luego vienen!”, les sentenció Cortés.

Retomaría también las memorias con el maestro Manuel de la Garza, quién los llevaba a pintar al campo, lugar en el que Ríos poco a poco comenzaría a trabajar la acuarela. Ríos se quedó a pintar. Aprendería lo necesario para enmarcar una generación y tener dominio del color y la forma, así como realizar grandes obras que señalarían un antes y un después en la pintura mexicana pero sobre todo en la pintura del norte.

La ceremonia concluyó con aplausos de pie para Ríos.
San Pedro, NL

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