La sexta novela de Chevalier se sitúa en Lyme, un pueblo costero del suroeste de Inglaterra en el que vive Mary Anning, una niña que se dedica a recoger fósiles en la playa como medio de subsistencia.
Tracy Chevalier descubre al gran público en "Las huellas de la vida", su última novela, la figura de Mary Anning, la mujer que a principios del siglo XIX revolucionó la paleontología, varias décadas antes de que Charles Darwin sacudiera el mundo de la ciencia con su teoría sobre la evolución natural.
Chevalier (Washington DC, 1962), autora de "La joven de la perla" y "El maestro de la inocencia", sigue por el camino de la ficción histórica en "Las huellas de la vida" (publicada en español por Lumen), pero dibuja también un emotivo retrato sobre la amistad.
La sexta novela de Chevalier se sitúa en Lyme, un pueblo costero del suroeste de Inglaterra en el que vive Mary Anning, una niña que se dedica a recoger fósiles en la playa como medio de subsistencia y que es conocida porque siendo bebé sobrevivió al impacto de un rayo en una tormenta.
Allí conoce a Elizabeth Philpot, una londinense de clase media en edad casadera, que huye del destino de las mujeres de su época -casadas y desocupadas-, y que encuentra en las playas de Lyme el lugar para satisfacer su interés por la ciencia, algo que la convierte en un "bicho raro".
En la playa y en el interés por los fósiles surge una relación impensable en otras circunstancias en la Inglaterra de hace 200 años sobre la que Chevalier hace girar la reivindicación de la figura de Anning y de la amistad por encima de todos los convencionalismos.
"La amistad de Mary y Elizabeth (ambos personajes reales) fue muy rara para la época, porque provenían de clases y generaciones distintas", afirma la autora en una entrevista con Efe, en la que explica que al margen de contar la trayectoria de Anning quiso reflejar la naturaleza de una amistad entre mujeres y su evolución.
"No quería que el libro fuera sólo una lección de ciencia. Ha sido muy liberador no tener que incluir un romance en la novela, sobre todo teniendo en cuenta que no es tan habitual encontrar libros en los que se aborde el tema de la amistad", dice.
Chevalier retrata también la discriminación y el olvido al que eran sometidas las mujeres de aquella época.
"Las mujeres tenían -dice- una vida muy limitada. No me hubiera gustado ser mujer entonces. Las de clase trabajadora no hacían mas que trabajar y las de clase media se tenían que casar y tenían una vida muy aburrida, muy frustrante".
Eso fue lo que convirtió a Mary Anning en espectadora y no en protagonista en vida de los grandes descubrimientos que hizo, desenterrando ejemplares de plesiosaurios e ictiosaurios, que hoy se exponen en los museos de Historia Natural de Londres y París.
"Ella y Elizabeth descubrieron animales que no sabían que habían existido y que ni siquiera buscaban. No sabían lo que era la extinción de una especie, pero aún así cambiaron la manera en la que vemos el mundo. Fue uno de los elementos clave del inicio de la batalla entre la ciencia y la religión", destaca Chevalier.
Tuvieron que pasar décadas para que su trabajo fuera reconocido y hoy en día una sala entera del museo de Historia Natural de Londres y varios museos de ciencia del sur de Inglaterra están dedicados a Mary Anning, un personaje popular entre los niños británicos.
Así fue como surgió en Chevalier la idea de indagar en la vida de Anning, después de visitar con su hijo el museo de Dorchester, en la llamada Costa Jurásica (suroeste de Inglaterra).
Aún en plena promoción de "Las huellas de la vida", Chevalier trabaja en su próxima novela, de nuevo una ficción histórica sobre la vida de una mujer en el Ohio del siglo XIX, que sin buscarlo se ve mezclada en el proyecto de los cuáqueros de ayudar a huir a esclavos negros del sur al norte de Estados Unidos.
Espera poder publicarlo el año próximo y tomarse un periodo de descanso, porque desde la publicación de "La joven de la perla" (1999) -del que se han vendido más de cuatro millones de copias- ha escrito un libro cada dos años.
"Después de seis libros, escribir sigue siendo penoso. Hay momentos de gran placer, pero incluso tras un día estupendo de escritura, hacer frente al papel en blanco se me hace duro", afirma.
Londres, Inglaterra
Tracy Chevalier descubre al gran público en "Las huellas de la vida", su última novela, la figura de Mary Anning, la mujer que a principios del siglo XIX revolucionó la paleontología, varias décadas antes de que Charles Darwin sacudiera el mundo de la ciencia con su teoría sobre la evolución natural.
Chevalier (Washington DC, 1962), autora de "La joven de la perla" y "El maestro de la inocencia", sigue por el camino de la ficción histórica en "Las huellas de la vida" (publicada en español por Lumen), pero dibuja también un emotivo retrato sobre la amistad.
La sexta novela de Chevalier se sitúa en Lyme, un pueblo costero del suroeste de Inglaterra en el que vive Mary Anning, una niña que se dedica a recoger fósiles en la playa como medio de subsistencia y que es conocida porque siendo bebé sobrevivió al impacto de un rayo en una tormenta.
Allí conoce a Elizabeth Philpot, una londinense de clase media en edad casadera, que huye del destino de las mujeres de su época -casadas y desocupadas-, y que encuentra en las playas de Lyme el lugar para satisfacer su interés por la ciencia, algo que la convierte en un "bicho raro".
En la playa y en el interés por los fósiles surge una relación impensable en otras circunstancias en la Inglaterra de hace 200 años sobre la que Chevalier hace girar la reivindicación de la figura de Anning y de la amistad por encima de todos los convencionalismos.
"La amistad de Mary y Elizabeth (ambos personajes reales) fue muy rara para la época, porque provenían de clases y generaciones distintas", afirma la autora en una entrevista con Efe, en la que explica que al margen de contar la trayectoria de Anning quiso reflejar la naturaleza de una amistad entre mujeres y su evolución.
"No quería que el libro fuera sólo una lección de ciencia. Ha sido muy liberador no tener que incluir un romance en la novela, sobre todo teniendo en cuenta que no es tan habitual encontrar libros en los que se aborde el tema de la amistad", dice.
Chevalier retrata también la discriminación y el olvido al que eran sometidas las mujeres de aquella época.
"Las mujeres tenían -dice- una vida muy limitada. No me hubiera gustado ser mujer entonces. Las de clase trabajadora no hacían mas que trabajar y las de clase media se tenían que casar y tenían una vida muy aburrida, muy frustrante".
Eso fue lo que convirtió a Mary Anning en espectadora y no en protagonista en vida de los grandes descubrimientos que hizo, desenterrando ejemplares de plesiosaurios e ictiosaurios, que hoy se exponen en los museos de Historia Natural de Londres y París.
"Ella y Elizabeth descubrieron animales que no sabían que habían existido y que ni siquiera buscaban. No sabían lo que era la extinción de una especie, pero aún así cambiaron la manera en la que vemos el mundo. Fue uno de los elementos clave del inicio de la batalla entre la ciencia y la religión", destaca Chevalier.
Tuvieron que pasar décadas para que su trabajo fuera reconocido y hoy en día una sala entera del museo de Historia Natural de Londres y varios museos de ciencia del sur de Inglaterra están dedicados a Mary Anning, un personaje popular entre los niños británicos.
Así fue como surgió en Chevalier la idea de indagar en la vida de Anning, después de visitar con su hijo el museo de Dorchester, en la llamada Costa Jurásica (suroeste de Inglaterra).
Aún en plena promoción de "Las huellas de la vida", Chevalier trabaja en su próxima novela, de nuevo una ficción histórica sobre la vida de una mujer en el Ohio del siglo XIX, que sin buscarlo se ve mezclada en el proyecto de los cuáqueros de ayudar a huir a esclavos negros del sur al norte de Estados Unidos.
Espera poder publicarlo el año próximo y tomarse un periodo de descanso, porque desde la publicación de "La joven de la perla" (1999) -del que se han vendido más de cuatro millones de copias- ha escrito un libro cada dos años.
"Después de seis libros, escribir sigue siendo penoso. Hay momentos de gran placer, pero incluso tras un día estupendo de escritura, hacer frente al papel en blanco se me hace duro", afirma.
Londres, Inglaterra
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