El cine y la Revolución Mexicana”, está instalada en el Antiguo Colegio de San Ildefonso.
Un recuento de las producciones que han documentado o abordado el tema de la primera lucha social del mundo en el siglo XX, es lo que ha integrado Conaculta en la exposición “El cine y la Revolución Mexicana”, en el Antiguo Colegio de San Ildefonso.
La muestra permite un recorrido por los trabajos que han documentado el movimiento armado ocurrido de 1910 a 1921, desde las imágenes tomadas en los campos de batalla hasta las grandes producciones históricas.
Para el especialista alemán, Herbert von Horr, quien ha publicado diversos artículos sobre el cine documental de la Revolución Mexicana, el que este movimiento haya sido uno de los primeros registrados por el cine, lo convirtió en objeto de estudio y culto para numerosas generaciones de investigadores.
“Las cámaras y los ojos del mundo se volcaron hacia México a principios del siglo XX y hacia los protagonistas de la Revolución. No sólo camarógrafos mexicanos daban testimonio de lo que acontecía con las huestes de Pancho Villa y Emiliano Zapata, había también franceses, estadounidenses y alemanes.
“Algunas de las imágenes más dramáticas y conmovedoras de esta expresión son las de esos rostros cansados por la batalla, las mujeres portando rifles en los trenes, los comandantes alzando el puño en alto en el campo de batalla”, refirió.
El especialista, quien ha analizado la mayoría de las filmaciones existentes de este periodo, afirmó que las condiciones de los rodajes no eran nada fáciles para los camarógrafos.
“No hay indicio de que las tomas fueran ensayadas. A veces los revolucionarios posaban como si se tratara de un daguerrotipo, porque desconocían que cada uno de sus movimientos estaba siendo registrado”, dijo.
“Los rollos debían protegerse del calor, sobre todo, porque tenían sustancias altamente inflamables; además, el camarógrafo se exponía a ser herido en batalla”, anotó el especialista.
Destacó que Pancho Villa fue uno de los revolucionaron que entendieron mas rápidamente la importancia del cine para influir en las masas, y contaba con su propio equipo de camarógrafos estadounidenses, a quienes en los campamentos apodaban “los güeritos” y él proveía de toda clase de comodidades.
Se cuenta que el propio “Centauro del Norte” se convirtió en un diestro director de escena, al coreografiar la Batalla de Celaya en ángulos que favorecieran su filmación por parte de los cineastas.
No obstante, acotó Von Horr, hasta en el mundo del cine documental de la Revolución existían bandos políticos, y casi cada ejército contendiente tenía su propio camarógrafo.
Jesús H. Abitia se convirtió en un integrante de la División del Norte, en la que pasó días y noches con los revolucionarios y sus familias.
Por su parte, los hermanos Alva se convirtieron en otra parte importante de la lucha política, al seguir las actividades de Madero, además de otras de carácter político que influían en la opinión pública.
Pasada la Revolución, los ecos de las batallas, las historias que contaban los padres a los hijos y el sentimiento generalizado en torno a la épica de este periodo, fueron el principal detonador de la producción de cintas sobre el tema.
Entre las más famosas se cuenta “El prisionero 13” (1933), “El compadre Mendoza” (1933) “óVámonos con Pancho Villa!” (1935), “Las fuerzas vivas” (1975), “La sombra del caudillo” (1960) y “La negra Angustias” (1949).
“Vámonos con Pancho Villa!” fue la primera cinta sobre la revolución en ser censurada por el gobierno, sorprendentemente por funcionarios de Lázaro Cárdenas, quienes la consideraron no apta para el público por su temática, que ponía en duda los logros del movimiento armado.
Aquel veto dejó claro que en la década de los 30 las ramificaciones del conflicto aún estaban latentes en la sociedad mexicana.
La cinta realizada por Fernando de Fuentes, quien muestra una visión cruda, irónica e incluso burlona sobre las supuestas promesas revolucionarias, se centró en dar cuenta al público que aún después de 20 años de iniciado el movimiento armado, la injusticia y la marginación seguían imperando en muchos rincones del territorio.
Otro filme censurado, que incluso fue llamado por los críticos “la película maldita del cine mexicano”, fue “La sombra del caudillo”, de Julio Bracho, que abordaba la institucionalización de la Revolución en la construcción del andamiaje del poder.
Basada en la novela de Martín Luis Guzmán, la cinta revisa con gran ironía la sucesión del gobierno en México durante la década de los años 20, y retrataba mediante personajes con nombres cambiados a Plutarco Elías Calles, Adolfo de la Huerta y el general Francisco Serrano, asesinado en 1927.
La película recibió un veto militar durante el gobierno de Adolfo López Mateos y permaneció enlatada por más de 30 años, hasta que a principios de los años 90 fue estrenada con una copia en 16 milímetros con importantes defectos técnicos.
También Hollywood fue objeto de la seducción del tema revolucionario y produjo películas en las que la alusión al tema estaba presente de manera circunstancial o directa, como “Wild Bunch”, considerado uno de los mejores “western” americanos.
Producción en la que un general revolucionario, interpretado magistralmente por Emilio “El indio” Fernández, hace ver su suerte a un grupo de forajidos.
También el inmortal Marlon Brando, admirador de Pancho Villa, se dio el lujo de promover en Hollywood una producción sobre su héroe de la niñez, a quien conoció a través de las historias que le contaba su padre sobre aquel mexicano que había osado invadir la ciudad estadounidense de Columbus.
Para muchos, la trama de la cinta “Viva Villa!”, con Brando al frente, se tornó irrisoria, no obstante, la buena dirección de Elia Kazan, quien logró dar cierta verosimilitud al proyecto, que incluso recibió buenas críticas por parte de Fernández.
De los años 50 a la década de los 70, el tema de la Revolución Mexicana se mantuvo como un buen gancho para la taquilla nacional y, según un encargado de los desaparecidos Estudios América, se llegaron a revisar hasta 200 guiones que tenían como premisa algún pasaje de la lucha armada.
No obstante, a diferencia de las historias de los años 30, las nuevas películas se caracterizaban por guiones poco creíbles, como el de “La generala”, protagonizada por María Félix, que interpreta a una mujer burguesa, quien tras morir su marido, un líder revolucionario, decide tomar el mando de las tropas a su cargo.
El mismo caso es “La soldadera”, protagonizada por Silvia Pinal, que muestra la participación femenina en el conflicto, aunque de manera poco realista, centrándose en la consabida premisa del esposo que es reclutado por los revolucionarios y la mujer que debe abrirse camino en medio de la batalla.
Mención aparte merece la cinta revolucionaria de culto “La cucaracha”, donde aparecen por primera vez compartiendo créditos Dolores del Río y María Félix, además de introducir a la cultura el personaje de “La Adelita”, basado en la popular canción anónima de los campamentos revolucionarios.
“El cine y la Revolución Mexicana son uno de los matrimonios más exitosos del siglo XX que aún siguen rindiendo frutos”, afirmó hace unos años Herbert Von Horn, tras el lanzamiento de los documentales mexicanos “Los últimos zapatistas” (2002) y “Los rollos perdidos de Pancho Villa” (2003).
En 2009, el Festival de Cine de Amiens, Francia, dedicó un amplio ciclo dedicado a las cintas de la Revolución Mexicana.
Ningún medio nacional cubrió la noticia en la región gala, pero en esa ocasión Von Hort afirmó: “Sólo la Revolución Francesa ha sido retratada tantas veces en el cine” (como la Revolución Mexicana).
“Se dice que (José) Stalin mandaba llevar a Rusia cintas mexicanas sobre la Revolución, en especial, aquellas donde apareciera su ídolo, Pancho Villa. Sin duda un movimiento que transformó profundamente no solamente los ideales de justicia en México, sino que inspiró a muchos pueblos del mundo”.
Pero para dar cabida a esta vasta producción revolucionaria debía haber una infraestructura de salas importantes, por lo que tras el estallido de la contienda ya había en la Ciudad de México más de 40 cines y carpas de proyección que daban cuenta cada semana de las andanzas de las tropas, con filmaciones realizadas en los trenes, campos de batalla y campamentos.
Desde entonces, el cine y la Revolución han estado asociados en la transformación social, política e ideológica del pueblo mexicano, lo que muestra que la tradición cinematográfica surgió también en el documental, con el que inició el cine sobre la Revolución.
Es por ello que el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta) hace en “El cine y la Revolución Mexicana”, que podrá verse hasta el 25 de julio próximo en el recinto del Centro Histórico de esta ciudad, un recuento de las películas que han documentado y recreado este tópico.
México, D.F.
Un recuento de las producciones que han documentado o abordado el tema de la primera lucha social del mundo en el siglo XX, es lo que ha integrado Conaculta en la exposición “El cine y la Revolución Mexicana”, en el Antiguo Colegio de San Ildefonso.
La muestra permite un recorrido por los trabajos que han documentado el movimiento armado ocurrido de 1910 a 1921, desde las imágenes tomadas en los campos de batalla hasta las grandes producciones históricas.
Para el especialista alemán, Herbert von Horr, quien ha publicado diversos artículos sobre el cine documental de la Revolución Mexicana, el que este movimiento haya sido uno de los primeros registrados por el cine, lo convirtió en objeto de estudio y culto para numerosas generaciones de investigadores.
“Las cámaras y los ojos del mundo se volcaron hacia México a principios del siglo XX y hacia los protagonistas de la Revolución. No sólo camarógrafos mexicanos daban testimonio de lo que acontecía con las huestes de Pancho Villa y Emiliano Zapata, había también franceses, estadounidenses y alemanes.
“Algunas de las imágenes más dramáticas y conmovedoras de esta expresión son las de esos rostros cansados por la batalla, las mujeres portando rifles en los trenes, los comandantes alzando el puño en alto en el campo de batalla”, refirió.
El especialista, quien ha analizado la mayoría de las filmaciones existentes de este periodo, afirmó que las condiciones de los rodajes no eran nada fáciles para los camarógrafos.
“No hay indicio de que las tomas fueran ensayadas. A veces los revolucionarios posaban como si se tratara de un daguerrotipo, porque desconocían que cada uno de sus movimientos estaba siendo registrado”, dijo.
“Los rollos debían protegerse del calor, sobre todo, porque tenían sustancias altamente inflamables; además, el camarógrafo se exponía a ser herido en batalla”, anotó el especialista.
Destacó que Pancho Villa fue uno de los revolucionaron que entendieron mas rápidamente la importancia del cine para influir en las masas, y contaba con su propio equipo de camarógrafos estadounidenses, a quienes en los campamentos apodaban “los güeritos” y él proveía de toda clase de comodidades.
Se cuenta que el propio “Centauro del Norte” se convirtió en un diestro director de escena, al coreografiar la Batalla de Celaya en ángulos que favorecieran su filmación por parte de los cineastas.
No obstante, acotó Von Horr, hasta en el mundo del cine documental de la Revolución existían bandos políticos, y casi cada ejército contendiente tenía su propio camarógrafo.
Jesús H. Abitia se convirtió en un integrante de la División del Norte, en la que pasó días y noches con los revolucionarios y sus familias.
Por su parte, los hermanos Alva se convirtieron en otra parte importante de la lucha política, al seguir las actividades de Madero, además de otras de carácter político que influían en la opinión pública.
Pasada la Revolución, los ecos de las batallas, las historias que contaban los padres a los hijos y el sentimiento generalizado en torno a la épica de este periodo, fueron el principal detonador de la producción de cintas sobre el tema.
Entre las más famosas se cuenta “El prisionero 13” (1933), “El compadre Mendoza” (1933) “óVámonos con Pancho Villa!” (1935), “Las fuerzas vivas” (1975), “La sombra del caudillo” (1960) y “La negra Angustias” (1949).
“Vámonos con Pancho Villa!” fue la primera cinta sobre la revolución en ser censurada por el gobierno, sorprendentemente por funcionarios de Lázaro Cárdenas, quienes la consideraron no apta para el público por su temática, que ponía en duda los logros del movimiento armado.
Aquel veto dejó claro que en la década de los 30 las ramificaciones del conflicto aún estaban latentes en la sociedad mexicana.
La cinta realizada por Fernando de Fuentes, quien muestra una visión cruda, irónica e incluso burlona sobre las supuestas promesas revolucionarias, se centró en dar cuenta al público que aún después de 20 años de iniciado el movimiento armado, la injusticia y la marginación seguían imperando en muchos rincones del territorio.
Otro filme censurado, que incluso fue llamado por los críticos “la película maldita del cine mexicano”, fue “La sombra del caudillo”, de Julio Bracho, que abordaba la institucionalización de la Revolución en la construcción del andamiaje del poder.
Basada en la novela de Martín Luis Guzmán, la cinta revisa con gran ironía la sucesión del gobierno en México durante la década de los años 20, y retrataba mediante personajes con nombres cambiados a Plutarco Elías Calles, Adolfo de la Huerta y el general Francisco Serrano, asesinado en 1927.
La película recibió un veto militar durante el gobierno de Adolfo López Mateos y permaneció enlatada por más de 30 años, hasta que a principios de los años 90 fue estrenada con una copia en 16 milímetros con importantes defectos técnicos.
También Hollywood fue objeto de la seducción del tema revolucionario y produjo películas en las que la alusión al tema estaba presente de manera circunstancial o directa, como “Wild Bunch”, considerado uno de los mejores “western” americanos.
Producción en la que un general revolucionario, interpretado magistralmente por Emilio “El indio” Fernández, hace ver su suerte a un grupo de forajidos.
También el inmortal Marlon Brando, admirador de Pancho Villa, se dio el lujo de promover en Hollywood una producción sobre su héroe de la niñez, a quien conoció a través de las historias que le contaba su padre sobre aquel mexicano que había osado invadir la ciudad estadounidense de Columbus.
Para muchos, la trama de la cinta “Viva Villa!”, con Brando al frente, se tornó irrisoria, no obstante, la buena dirección de Elia Kazan, quien logró dar cierta verosimilitud al proyecto, que incluso recibió buenas críticas por parte de Fernández.
De los años 50 a la década de los 70, el tema de la Revolución Mexicana se mantuvo como un buen gancho para la taquilla nacional y, según un encargado de los desaparecidos Estudios América, se llegaron a revisar hasta 200 guiones que tenían como premisa algún pasaje de la lucha armada.
No obstante, a diferencia de las historias de los años 30, las nuevas películas se caracterizaban por guiones poco creíbles, como el de “La generala”, protagonizada por María Félix, que interpreta a una mujer burguesa, quien tras morir su marido, un líder revolucionario, decide tomar el mando de las tropas a su cargo.
El mismo caso es “La soldadera”, protagonizada por Silvia Pinal, que muestra la participación femenina en el conflicto, aunque de manera poco realista, centrándose en la consabida premisa del esposo que es reclutado por los revolucionarios y la mujer que debe abrirse camino en medio de la batalla.
Mención aparte merece la cinta revolucionaria de culto “La cucaracha”, donde aparecen por primera vez compartiendo créditos Dolores del Río y María Félix, además de introducir a la cultura el personaje de “La Adelita”, basado en la popular canción anónima de los campamentos revolucionarios.
“El cine y la Revolución Mexicana son uno de los matrimonios más exitosos del siglo XX que aún siguen rindiendo frutos”, afirmó hace unos años Herbert Von Horn, tras el lanzamiento de los documentales mexicanos “Los últimos zapatistas” (2002) y “Los rollos perdidos de Pancho Villa” (2003).
En 2009, el Festival de Cine de Amiens, Francia, dedicó un amplio ciclo dedicado a las cintas de la Revolución Mexicana.
Ningún medio nacional cubrió la noticia en la región gala, pero en esa ocasión Von Hort afirmó: “Sólo la Revolución Francesa ha sido retratada tantas veces en el cine” (como la Revolución Mexicana).
“Se dice que (José) Stalin mandaba llevar a Rusia cintas mexicanas sobre la Revolución, en especial, aquellas donde apareciera su ídolo, Pancho Villa. Sin duda un movimiento que transformó profundamente no solamente los ideales de justicia en México, sino que inspiró a muchos pueblos del mundo”.
Pero para dar cabida a esta vasta producción revolucionaria debía haber una infraestructura de salas importantes, por lo que tras el estallido de la contienda ya había en la Ciudad de México más de 40 cines y carpas de proyección que daban cuenta cada semana de las andanzas de las tropas, con filmaciones realizadas en los trenes, campos de batalla y campamentos.
Desde entonces, el cine y la Revolución han estado asociados en la transformación social, política e ideológica del pueblo mexicano, lo que muestra que la tradición cinematográfica surgió también en el documental, con el que inició el cine sobre la Revolución.
Es por ello que el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta) hace en “El cine y la Revolución Mexicana”, que podrá verse hasta el 25 de julio próximo en el recinto del Centro Histórico de esta ciudad, un recuento de las películas que han documentado y recreado este tópico.
México, D.F.
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