La compañía O Vertigo tendrá hoy una función de la puesta coreográfica
En una habitación blanca se escribe como en un espacio vació. Dicho vacío puede provocar horror, desconsuelo, exaltación. En un sitio así, nueve bailarines se entregaron al frenesí en la coreografía “La Chambre Blanche” (La habitación blanca).
Si alguien puede describir la sinrazón; ésta tomó fuerza y músculo en un espectáculo alucinante, lleno de brío y poder.
No se puede encasillar a la dirección de Ginette Laurin como un mero pretexto para ilustrar la enajenación del mundo, pero sí, una cuidada exploración de la temática del desarraigo y la no pertenencia.
Los bailarines de la compañía O Vertigo, se encadenaron al espacio de las más diversas formas y volvieron una y otra vez sus cuerpos ahí para convertirlo en un cúmulo multisensorial con sus arrebatos corporales, movimientos enérgicos, expresiones guturales que rayaban en lo sicótico.
Puestos al límite, el salón evocó una sala siquiátrica, una fortaleza, la torre de un palacio, la intimidad de un cuarto de baño.
Espacio poliédrico habitado por las figuras desbordantes de la compañía que en frenesí llevaban sus movimientos al límite durante su función de estreno en el Teatro Principal, como parte de las actividades del Festival Internacional Cervantino.
La utilización del blanco y el negro en el vestuario como únicos tonos, una música discordante y grabación de voces, conjuntaron la atmósfera caótica del montaje de la quebequense que ganó en 1992, el Gran Premio del Consejo de las Artes de Montreal.
Reformulada en 2008, la coreografía a la que se le implementaron algunas actualizaciones, desbordó el cúmulo de angustia existencial del hombre contemporáneo.
La depurada técnica y el decidido irrumpir constante de los intérpretes que bailan casi siempre en fuga permanente y fuera de sí, regaló uno de lo montajes dancísticos más atrevidos y celebrados del Cervantino. Guanajuato, Gto.
Si alguien puede describir la sinrazón; ésta tomó fuerza y músculo en un espectáculo alucinante, lleno de brío y poder.
No se puede encasillar a la dirección de Ginette Laurin como un mero pretexto para ilustrar la enajenación del mundo, pero sí, una cuidada exploración de la temática del desarraigo y la no pertenencia.
Los bailarines de la compañía O Vertigo, se encadenaron al espacio de las más diversas formas y volvieron una y otra vez sus cuerpos ahí para convertirlo en un cúmulo multisensorial con sus arrebatos corporales, movimientos enérgicos, expresiones guturales que rayaban en lo sicótico.
Puestos al límite, el salón evocó una sala siquiátrica, una fortaleza, la torre de un palacio, la intimidad de un cuarto de baño.
Espacio poliédrico habitado por las figuras desbordantes de la compañía que en frenesí llevaban sus movimientos al límite durante su función de estreno en el Teatro Principal, como parte de las actividades del Festival Internacional Cervantino.
La utilización del blanco y el negro en el vestuario como únicos tonos, una música discordante y grabación de voces, conjuntaron la atmósfera caótica del montaje de la quebequense que ganó en 1992, el Gran Premio del Consejo de las Artes de Montreal.
Reformulada en 2008, la coreografía a la que se le implementaron algunas actualizaciones, desbordó el cúmulo de angustia existencial del hombre contemporáneo.
La depurada técnica y el decidido irrumpir constante de los intérpretes que bailan casi siempre en fuga permanente y fuera de sí, regaló uno de lo montajes dancísticos más atrevidos y celebrados del Cervantino. Guanajuato, Gto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario