El poeta recibirá el próximo domingo la condecoración en el marco de un homenaje por sus 80 años de vida en el que participarán Ernesto de la Peña y Vicente Quirarte
El vate Eduardo Lizalde (Ciudad de México, 1929), quien hoy cumple 80 años, recibirá el próximo domingo la Medalla de Oro de Bellas Artes, homenaje en el que participarán Ernesto de la Peña y Vicente Quirarte.
Este acontecimiento, preparado por el Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA) y por el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta), será moderado por Evodio Escalante, se informó en comunicado.
Eduardo Lizalde Chávez nació el 14 de julio de 1929 y la comunidad cultural se prepara para rendirle un homenaje en la Sala Manuel M. Ponce, en el Palacio de Bellas Artes, donde se reconocerá su trayectoria.
Su poesía ha quedado indisolublemente ligada a la imagen solitaria, sanguinaria y hermosa del tigre, desde la publicación en 1970 de "El tigre en la casa" y hasta "Otros tigres", donde rinde tributo a algunos tigrómanos ejemplares, como Jorge Luis Borges, Horacio Quiroga, Rainer Maria Rilke y William Blake.
El poeta ha recorrido todas las formas en que el felino selvático se acerca a la vida del hombre: la asechanza condenatoria, la presencia tensa y sigilosa, la criminalidad oculta bajo la apariencia cándida y tierna, la metáfora primera de la soledad, del amor doloroso y el desamor salvaje.
Narrador, ensayista, melómano, dibujante, barítono-bajo admirador del italiano Tita Ruffo; funcionario, animador cultural, catador de vinos y degustador de quesos, pero sobre todo, un poeta reconocido ampliamente por sus colegas.
El poeta de origen argentino Juan Gelman afirmó que quien no lee la poesía de Lizalde contrae consigo mismo una gran deuda, aunque no se dé cuente de ello.
Destaca, por ejemplo, la fuerza y la belleza en la poesía de Lizalde, así como el sentido de poder que le da a la poesía la música de sus versos.
"Yo creo que no hay muchos poetas como él, y no sólo en México sino en lengua castellana. Me alegra mucho que se le dé el reconocimiento y el homenaje que hace mucho merecía", afirmó.
En la poesía lizaldiana hay una profunda preocupación estética y una búsqueda por empatar las referencias cultas y tradiciones clásicas con el rompimiento de la métrica contemporánea.
Al mismo tiempo, sus poemas están entregados a la pasión, al desgarramiento amoroso y a la sordidez del mundo.
Al respecto, José de la Colina, quien también opinó sobre la poesía de Lizalde dijo que "es una clase muy especial de poeta, que hace crítica de la poesía, de la política, de muchos aspectos culturales desde sus poemas mismos".
"Una poesía que podríamos llamar crítica e irónica respecto a los temas que trata: la belleza, el amor y los temas convencionales, pero de una manera no convencional, con esa mirada y esa sonrisa ladeada que convierte el poema no en antipoesía, porque además tiene un gran sentido de la música, del ritmo, lo convierte en una visión un tanto desencantada", añadió.
Eduardo Lizalde se acercó desde niño a la literatura. Su padre, un ingeniero, dibujante y apasionado de la poesía, le enseñó a leer y a construir sonetos desde muy pequeño.
A los seis años de edad, leyó la primera novela de su vida: "La perla roja", de Emilio Salgari. Después encontró la figura del tigre en las novelas de Kipling y las historietas de Tarzán. Cuando apenas tenía 12 años, estaba ya inmerso en las lecturas de Balzac, Zolá, William Blake y Rainer Maria Rilke.
"Empezar a escribir joven es casi una maldición para cualquier escritor que se precie de ser profesional", afirma Lizalde. Por eso, comenzó a publicar pequeños poemas a los 18 años, en 1948, en el periódico "El Universal".
"El trabajo de Lizalde es para considerarlo como uno de los mejores poetas mexicanos. Ha escrito en una forma constante y elocuente. Creo que en todas partes donde contribuyó a la cultura fue muy destacado, pero sobre todo con su obra poética, es digna de leerse y editarse como obras completas. Ha sido de los que cultivan el decasílabo y las formas clásicas de la poesía, además del verso libre", señaló por su parte la poetisa Dolores Castro.
El propio Lizalde se ha referido así acerca de su actividad como bardo: "Pertenezco a la especie de los poetas que practican con irregular continuidad la escritura como la redacción de un diario anímico, por supuesto nutrido de las experiencias y emociones personales, y algunas veces fielmente autobiográfico, pero por lo general, como el diario de una o varias personas imaginarias".
Su más grande pasión es la ópera. En su juventud, creía que con un poco de suerte podía ser cantante, poeta y pintor. Estudió canto y composición en la escuela nocturna del Conservatorio Nacional al tiempo que estudiaba Letras en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM.
Junto a Enrique González Rojo y Marco Antonio Montes de Oca fundó una fugaz y fallida corriente literaria denominada Poeticismo, cuya aspiración era realizar una poesía "intransigente, irritante y antiburguesa", que el propio Lizalde expone en su Autobiografía como un fracaso.
El Poeticismo, afirma Lizalde, consistía en hacer poemas "con originalidad, claridad, y complejidad", una contradicción que lo llevaría a reflexionar al fin que esa corriente literaria "no era nada".
A los 40 años de edad publicó "El tigre en la casa", un poemario que cuenta la historia de la muerte en el desamor y el posterior renacimiento poético de un sujeto entregado a las fuerzas de la emotividad. La figura del tigre aparece por primera vez con metáforas que van desde la sensación de odio que se traduce en escarnio, hasta la frustración de una cacería.
"Encontrar la propia voz es la angustia permanente del poeta, llevar a la plana en blanco algo que merezca la pena ser publicado sin agregar simplemente tinta al bosque formidable de páginas impresas detrás de nosotros, es el drama constante del poeta", señala Lizalde.
En prosa, Eduardo Lizalde ha incursionado en la novela con "Siglo de un día", donde narra a modo de una novela de aventuras, la toma de Zacatecas por Francisco Villa y la derrota de las tropas de Huerta en aquel estado.
El tono de la novela es parecido a las escritas en el siglo XIX por Salgari y Dumas, y publicadas en folletines. Incluso, Lizalde publicó por fragmentos su novela en el periódico "El Nacional".
En ese mismo periódico publicó durante muchos años textos de crítica operística bajo el seudónimo de Enésimo Nemo. Esas colaboraciones fueron recopiladas en 2004 en un libro llamado "La ópera ayer, la ópera hoy, la ópera siempre".
También incursionó en la crítica literaria y recopiló su material en Tablero de divagaciones, dos volúmenes editados por la UNAM.
En 2004 editó su más reciente poema extenso "Algaida", donde hace una revaloración del mundo natural y de su fascinación por el universo, además de que expone las metamorfosis que inevitablemente sufre el hombre.
"Algaida" significa duna de arena. "Dunas somos", afirma Lizalde, "nos lleva el viento para reconstituirnos después, en otro lugar". México, D.F./Notimex (El Universal)
Este acontecimiento, preparado por el Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA) y por el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta), será moderado por Evodio Escalante, se informó en comunicado.
Eduardo Lizalde Chávez nació el 14 de julio de 1929 y la comunidad cultural se prepara para rendirle un homenaje en la Sala Manuel M. Ponce, en el Palacio de Bellas Artes, donde se reconocerá su trayectoria.
Su poesía ha quedado indisolublemente ligada a la imagen solitaria, sanguinaria y hermosa del tigre, desde la publicación en 1970 de "El tigre en la casa" y hasta "Otros tigres", donde rinde tributo a algunos tigrómanos ejemplares, como Jorge Luis Borges, Horacio Quiroga, Rainer Maria Rilke y William Blake.
El poeta ha recorrido todas las formas en que el felino selvático se acerca a la vida del hombre: la asechanza condenatoria, la presencia tensa y sigilosa, la criminalidad oculta bajo la apariencia cándida y tierna, la metáfora primera de la soledad, del amor doloroso y el desamor salvaje.
Narrador, ensayista, melómano, dibujante, barítono-bajo admirador del italiano Tita Ruffo; funcionario, animador cultural, catador de vinos y degustador de quesos, pero sobre todo, un poeta reconocido ampliamente por sus colegas.
El poeta de origen argentino Juan Gelman afirmó que quien no lee la poesía de Lizalde contrae consigo mismo una gran deuda, aunque no se dé cuente de ello.
Destaca, por ejemplo, la fuerza y la belleza en la poesía de Lizalde, así como el sentido de poder que le da a la poesía la música de sus versos.
"Yo creo que no hay muchos poetas como él, y no sólo en México sino en lengua castellana. Me alegra mucho que se le dé el reconocimiento y el homenaje que hace mucho merecía", afirmó.
En la poesía lizaldiana hay una profunda preocupación estética y una búsqueda por empatar las referencias cultas y tradiciones clásicas con el rompimiento de la métrica contemporánea.
Al mismo tiempo, sus poemas están entregados a la pasión, al desgarramiento amoroso y a la sordidez del mundo.
Al respecto, José de la Colina, quien también opinó sobre la poesía de Lizalde dijo que "es una clase muy especial de poeta, que hace crítica de la poesía, de la política, de muchos aspectos culturales desde sus poemas mismos".
"Una poesía que podríamos llamar crítica e irónica respecto a los temas que trata: la belleza, el amor y los temas convencionales, pero de una manera no convencional, con esa mirada y esa sonrisa ladeada que convierte el poema no en antipoesía, porque además tiene un gran sentido de la música, del ritmo, lo convierte en una visión un tanto desencantada", añadió.
Eduardo Lizalde se acercó desde niño a la literatura. Su padre, un ingeniero, dibujante y apasionado de la poesía, le enseñó a leer y a construir sonetos desde muy pequeño.
A los seis años de edad, leyó la primera novela de su vida: "La perla roja", de Emilio Salgari. Después encontró la figura del tigre en las novelas de Kipling y las historietas de Tarzán. Cuando apenas tenía 12 años, estaba ya inmerso en las lecturas de Balzac, Zolá, William Blake y Rainer Maria Rilke.
"Empezar a escribir joven es casi una maldición para cualquier escritor que se precie de ser profesional", afirma Lizalde. Por eso, comenzó a publicar pequeños poemas a los 18 años, en 1948, en el periódico "El Universal".
"El trabajo de Lizalde es para considerarlo como uno de los mejores poetas mexicanos. Ha escrito en una forma constante y elocuente. Creo que en todas partes donde contribuyó a la cultura fue muy destacado, pero sobre todo con su obra poética, es digna de leerse y editarse como obras completas. Ha sido de los que cultivan el decasílabo y las formas clásicas de la poesía, además del verso libre", señaló por su parte la poetisa Dolores Castro.
El propio Lizalde se ha referido así acerca de su actividad como bardo: "Pertenezco a la especie de los poetas que practican con irregular continuidad la escritura como la redacción de un diario anímico, por supuesto nutrido de las experiencias y emociones personales, y algunas veces fielmente autobiográfico, pero por lo general, como el diario de una o varias personas imaginarias".
Su más grande pasión es la ópera. En su juventud, creía que con un poco de suerte podía ser cantante, poeta y pintor. Estudió canto y composición en la escuela nocturna del Conservatorio Nacional al tiempo que estudiaba Letras en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM.
Junto a Enrique González Rojo y Marco Antonio Montes de Oca fundó una fugaz y fallida corriente literaria denominada Poeticismo, cuya aspiración era realizar una poesía "intransigente, irritante y antiburguesa", que el propio Lizalde expone en su Autobiografía como un fracaso.
El Poeticismo, afirma Lizalde, consistía en hacer poemas "con originalidad, claridad, y complejidad", una contradicción que lo llevaría a reflexionar al fin que esa corriente literaria "no era nada".
A los 40 años de edad publicó "El tigre en la casa", un poemario que cuenta la historia de la muerte en el desamor y el posterior renacimiento poético de un sujeto entregado a las fuerzas de la emotividad. La figura del tigre aparece por primera vez con metáforas que van desde la sensación de odio que se traduce en escarnio, hasta la frustración de una cacería.
"Encontrar la propia voz es la angustia permanente del poeta, llevar a la plana en blanco algo que merezca la pena ser publicado sin agregar simplemente tinta al bosque formidable de páginas impresas detrás de nosotros, es el drama constante del poeta", señala Lizalde.
En prosa, Eduardo Lizalde ha incursionado en la novela con "Siglo de un día", donde narra a modo de una novela de aventuras, la toma de Zacatecas por Francisco Villa y la derrota de las tropas de Huerta en aquel estado.
El tono de la novela es parecido a las escritas en el siglo XIX por Salgari y Dumas, y publicadas en folletines. Incluso, Lizalde publicó por fragmentos su novela en el periódico "El Nacional".
En ese mismo periódico publicó durante muchos años textos de crítica operística bajo el seudónimo de Enésimo Nemo. Esas colaboraciones fueron recopiladas en 2004 en un libro llamado "La ópera ayer, la ópera hoy, la ópera siempre".
También incursionó en la crítica literaria y recopiló su material en Tablero de divagaciones, dos volúmenes editados por la UNAM.
En 2004 editó su más reciente poema extenso "Algaida", donde hace una revaloración del mundo natural y de su fascinación por el universo, además de que expone las metamorfosis que inevitablemente sufre el hombre.
"Algaida" significa duna de arena. "Dunas somos", afirma Lizalde, "nos lleva el viento para reconstituirnos después, en otro lugar". México, D.F./Notimex (El Universal)
No hay comentarios:
Publicar un comentario