La muestra El Descubrimiento de España en las National Galleries of Scotland, Edimburgo, busca ser una celebración del arte español por medio de los coleccionistas y artistas británicos
La exposición "El Descubrimiento de España", en las National Galleries of Scotland, Edimburgo, del 18 de julio al 11 de octubre, quiere ser una celebración del arte, la cultura y el paisaje españoles a través de los ojos de los coleccionistas y los propios artistas británicos.
Como explican sus organizadores, los viejos prejuicios del pueblo británico hacia España- fruto de la histórica rivalidad religiosa y política entre ambas potencias -dieron paso, si bien lentamente, a una fascinación de los espíritus más selectos por el rico legado del país ibérico.
Todavía en 1828, según nos recuerda en el catálogo el experto Christopher Baker, el pintor escocés David Wilkie se refería al sur de España como "la reserva de caza de Europa".
Desde mediados del siglo XVIII se había profundizado el interés de los británicos por la historia y la cultura del país ibérico gracias a los relatos de algunos viajeros, pero continuaban vivos los viejos prejuicios que pintaban a España como un país donde imperaban la intolerancia y la crueldad, tipificadas por la Inquisición.
Esos estereotipos fueron disipándose poco a poco conforme fue avanzando el siglo XIX, lo que se atribuye sobre todo al hecho de que los dos países compartieran en un momento de la historia moderna una causa común: su oposición a las ambiciones imperialistas de Napoleón, que hizo que ambos pueblos lucharan codo con codo en lo que los ingleses llaman "la Guerra Peninsular" y los españoles "Guerra de la Independencia".
El período de cambios dramáticos cubierto por la exposición va precisamente desde aquella guerra, en la que la intervención del duque de Wellington fue decisiva para la victoria española, hasta la Guerra Civil Española, que vio también combatir a numerosos idealistas británicos del lado de los republicanos contra la amenaza fascista que se cernía sobre Europa.
Uno de los cuadros presentes en la exposición resume, tal vez como ningún otro, la "complejidad" de los temas que explora la exposición de la capital escocesa, según explica Baker. Se trata del titulado "John Phillips en su estudio, pintado por su colega John Ballentine en torno a 1864.
Muestra a Phillips, apodado "Felipe de España", por su pasión por la cultura española, mientras trabaja en una imagen romántica de contrabandistas. En primer plano hay una mesa con vasijas y fruta, como en un bodegón velazqueño, mientras al fondo, parcialmente oculto por una cortina, puede verse una copia de "Las Meninas".
A la fascinación por los temas españoles contribuyeron las colecciones tanto públicas como privadas que se crearon a partir sobre todo del gusto de los británicos por el arte de Murillo, cuyas pinturas de chicos de la calle iban a influir directamente en Thomas Gainsborough.
Colecciones que se vieron enriquecidas por el generoso regalo que hizo el rey Fernando VII al Duque de Wellington al no aceptar que éste le devolviera las pinturas del botín que trató de llevarse a Francia José Bonaparte y que capturaron las tropas al servicio del aristócrata británico en la batalla de Vitoria.
El interés romántico de muchos viajeros británicos por un país de gitanos y bandoleros contrasta con los estudios más serios de William Stirling - "Anales de los Artistas de España"- o del gran arquitecto y diseñador Owen Jones: "Planos, alzados, secciones y detalles de la Alhambra".
Dando un salto en el tiempo, ya en el siglo XX, otros artistas británicos, desde William Nicholson o Dora Carrington hasta David Bomberg trasladaron al lienzo las fuertes impresiones que dejaron en ellos los ritos, las costumbres o simplemente los agrestes paisajes españoles.
El principio y el final de la exposición escocesa muestran la diferente sensibilidad con que tratan los artistas españoles o británicos los dos conflictos que la enmarcan - la guerra de la Independencia y la Guerra Civil- a través de obras como las de Goya y Wilkie, en el primer caso, y de Picasso, Edward Burra o Wyndham Lewis, en el segundo.
Así, por ejemplo, a la visión descarnada y amarga del Goya de los Desastres de la Guerra se contrapone el embeleso un tanto teatral de David Wilkie con el heroísmo hispano en su famoso cuadro "La Defensa de Zaragoza". Londres, Inglatera/EFE (El Universal)
Como explican sus organizadores, los viejos prejuicios del pueblo británico hacia España- fruto de la histórica rivalidad religiosa y política entre ambas potencias -dieron paso, si bien lentamente, a una fascinación de los espíritus más selectos por el rico legado del país ibérico.
Todavía en 1828, según nos recuerda en el catálogo el experto Christopher Baker, el pintor escocés David Wilkie se refería al sur de España como "la reserva de caza de Europa".
Desde mediados del siglo XVIII se había profundizado el interés de los británicos por la historia y la cultura del país ibérico gracias a los relatos de algunos viajeros, pero continuaban vivos los viejos prejuicios que pintaban a España como un país donde imperaban la intolerancia y la crueldad, tipificadas por la Inquisición.
Esos estereotipos fueron disipándose poco a poco conforme fue avanzando el siglo XIX, lo que se atribuye sobre todo al hecho de que los dos países compartieran en un momento de la historia moderna una causa común: su oposición a las ambiciones imperialistas de Napoleón, que hizo que ambos pueblos lucharan codo con codo en lo que los ingleses llaman "la Guerra Peninsular" y los españoles "Guerra de la Independencia".
El período de cambios dramáticos cubierto por la exposición va precisamente desde aquella guerra, en la que la intervención del duque de Wellington fue decisiva para la victoria española, hasta la Guerra Civil Española, que vio también combatir a numerosos idealistas británicos del lado de los republicanos contra la amenaza fascista que se cernía sobre Europa.
Uno de los cuadros presentes en la exposición resume, tal vez como ningún otro, la "complejidad" de los temas que explora la exposición de la capital escocesa, según explica Baker. Se trata del titulado "John Phillips en su estudio, pintado por su colega John Ballentine en torno a 1864.
Muestra a Phillips, apodado "Felipe de España", por su pasión por la cultura española, mientras trabaja en una imagen romántica de contrabandistas. En primer plano hay una mesa con vasijas y fruta, como en un bodegón velazqueño, mientras al fondo, parcialmente oculto por una cortina, puede verse una copia de "Las Meninas".
A la fascinación por los temas españoles contribuyeron las colecciones tanto públicas como privadas que se crearon a partir sobre todo del gusto de los británicos por el arte de Murillo, cuyas pinturas de chicos de la calle iban a influir directamente en Thomas Gainsborough.
Colecciones que se vieron enriquecidas por el generoso regalo que hizo el rey Fernando VII al Duque de Wellington al no aceptar que éste le devolviera las pinturas del botín que trató de llevarse a Francia José Bonaparte y que capturaron las tropas al servicio del aristócrata británico en la batalla de Vitoria.
El interés romántico de muchos viajeros británicos por un país de gitanos y bandoleros contrasta con los estudios más serios de William Stirling - "Anales de los Artistas de España"- o del gran arquitecto y diseñador Owen Jones: "Planos, alzados, secciones y detalles de la Alhambra".
Dando un salto en el tiempo, ya en el siglo XX, otros artistas británicos, desde William Nicholson o Dora Carrington hasta David Bomberg trasladaron al lienzo las fuertes impresiones que dejaron en ellos los ritos, las costumbres o simplemente los agrestes paisajes españoles.
El principio y el final de la exposición escocesa muestran la diferente sensibilidad con que tratan los artistas españoles o británicos los dos conflictos que la enmarcan - la guerra de la Independencia y la Guerra Civil- a través de obras como las de Goya y Wilkie, en el primer caso, y de Picasso, Edward Burra o Wyndham Lewis, en el segundo.
Así, por ejemplo, a la visión descarnada y amarga del Goya de los Desastres de la Guerra se contrapone el embeleso un tanto teatral de David Wilkie con el heroísmo hispano en su famoso cuadro "La Defensa de Zaragoza". Londres, Inglatera/EFE (El Universal)
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