Enclavados en una barranca en Guachochi, Chihuahua, fueron localizados los restos de un asentamiento con más de mil años. Arqueólogos del INAH ya analizan el reciente descubrimiento.
Viviendas, cementerios y construcciones para el almacenamiento de granos con más de mil años de antigüedad fueron descubiertos aproximadamente a unos 40 metros del fondo de una barranca de 1 mil 300 metros de profundidad, la cual ni siquiera aparece en el mapa del municipio de Guachochi, en Chihuahua, informó el alcalde Martín Solís.
Fue en julio del año pasado cuando un grupo de indígenas, que viven a nueve horas de camino del lugar del hallazgo, descubrieron los vestigios prehispánicos. Sin embargo, fue hasta este invierno que personal del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) junto con estudiantes de Antropología de la Universidad Autónoma de México (UNAM) pudieron ingresar, debido a que en tiempo de lluvias la vegetación en muy espesa, el piso se vuelve fangoso y las víboras peligrosas abundan, explicó Ventura Palma, tarahumara que participó en el descubrimiento y posteriormente lo denunció.
Las antiguas construcciones hechas con lodo y piedra al interior de cuevas pequeñas, sólo eran utilizadas para dormir y protegerse de animales. Al exterior de las casas pero en espacios dentro de las mismas cuevas se cocinaba y realizaban otras actividades, explica Enrique Chacón, arqueólogo del INAH-Chihuahua
Las construcciones se encuentran en medio del bosque, cerca de un río, en una zona de difícil acceso: para llegar desde la capital del estado es necesario conducir cinco horas en carretera, cuatro más en terracería y caminar otras nueve de bajada.
El investigador añade que las cuevas fueron aprovechadas para la construcción de viviendas y sus habitantes elegían las zonas más barrancosas con el fin de protegerse de otras tribus enemigas y de los animales salvajes que abundaban como león, puma, oso y lobo.
Chacón comentó que según investigaciones que se han realizado en lugares muy similares del estado, se presume que se trata de habitaciones y cementerios que pertenecían a la cultura de los tubares, los cuales son recordados por los indígenas de ahora como cocoyomes o bárbaros.
Los tubares son indígenas que se extinguieron hace más de 150 años, fueron los que más se resistieron a la evangelización, comenta Chacón.
Respecto a los cementerios que también se encuentran en el interior de cuevas, la mayoría se compone de entierros múltiples, aunque cada cuerpo era envuelto en petates hechos con hilo de palmilla, una planta del lugar.
En la barranca fueron localizados dos entierros: en una cueva estaban los restos de diez cuerpos, y en otra de seis, algunos de infantes, comentó Claudia Jaramillo, quien realiza su servicio social de la carrera de Antropología de la UNAM.
El alcalde señala que hay alrededor de 50 sitios arqueológicos en la barranca. Hasta ahora el INAH registró seis sitios y en posteriores visitas estudiará más.
Los pobladores
Hay descripciones de viviendas como las de los vestigos recientemente descubiertos en el libro El México desconocido de Carl Lumholtz, quien señala que los tarahumaras se referían a los salvajes como los tubares, con quienes probablemente hasta entonces no tenían rivalidad.
Otra referencia, un libro de 1645 del jesuita Andrés Pérez de Rivas, donde se refiere a sus habitantes como un grupo no evangelizado, el único que no había aceptado el acercamiento del cristianismo.
De esta cultura se cuenta con muy poca información, explica el arqueólogo del INAH; se sabe que tuvieron tres etapas, fueron nómadas, luego seminómadas y finalmente se asentaron y formaron pequeñas comunidades aprovechando las cuevas como viviendas, como tumbas y como graneros para almacenar sus alimentos.
Chihuahua, Chih.
Viviendas, cementerios y construcciones para el almacenamiento de granos con más de mil años de antigüedad fueron descubiertos aproximadamente a unos 40 metros del fondo de una barranca de 1 mil 300 metros de profundidad, la cual ni siquiera aparece en el mapa del municipio de Guachochi, en Chihuahua, informó el alcalde Martín Solís.
Fue en julio del año pasado cuando un grupo de indígenas, que viven a nueve horas de camino del lugar del hallazgo, descubrieron los vestigios prehispánicos. Sin embargo, fue hasta este invierno que personal del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) junto con estudiantes de Antropología de la Universidad Autónoma de México (UNAM) pudieron ingresar, debido a que en tiempo de lluvias la vegetación en muy espesa, el piso se vuelve fangoso y las víboras peligrosas abundan, explicó Ventura Palma, tarahumara que participó en el descubrimiento y posteriormente lo denunció.
Las antiguas construcciones hechas con lodo y piedra al interior de cuevas pequeñas, sólo eran utilizadas para dormir y protegerse de animales. Al exterior de las casas pero en espacios dentro de las mismas cuevas se cocinaba y realizaban otras actividades, explica Enrique Chacón, arqueólogo del INAH-Chihuahua
Las construcciones se encuentran en medio del bosque, cerca de un río, en una zona de difícil acceso: para llegar desde la capital del estado es necesario conducir cinco horas en carretera, cuatro más en terracería y caminar otras nueve de bajada.
El investigador añade que las cuevas fueron aprovechadas para la construcción de viviendas y sus habitantes elegían las zonas más barrancosas con el fin de protegerse de otras tribus enemigas y de los animales salvajes que abundaban como león, puma, oso y lobo.
Chacón comentó que según investigaciones que se han realizado en lugares muy similares del estado, se presume que se trata de habitaciones y cementerios que pertenecían a la cultura de los tubares, los cuales son recordados por los indígenas de ahora como cocoyomes o bárbaros.
Los tubares son indígenas que se extinguieron hace más de 150 años, fueron los que más se resistieron a la evangelización, comenta Chacón.
Respecto a los cementerios que también se encuentran en el interior de cuevas, la mayoría se compone de entierros múltiples, aunque cada cuerpo era envuelto en petates hechos con hilo de palmilla, una planta del lugar.
En la barranca fueron localizados dos entierros: en una cueva estaban los restos de diez cuerpos, y en otra de seis, algunos de infantes, comentó Claudia Jaramillo, quien realiza su servicio social de la carrera de Antropología de la UNAM.
El alcalde señala que hay alrededor de 50 sitios arqueológicos en la barranca. Hasta ahora el INAH registró seis sitios y en posteriores visitas estudiará más.
Los pobladores
Hay descripciones de viviendas como las de los vestigos recientemente descubiertos en el libro El México desconocido de Carl Lumholtz, quien señala que los tarahumaras se referían a los salvajes como los tubares, con quienes probablemente hasta entonces no tenían rivalidad.
Otra referencia, un libro de 1645 del jesuita Andrés Pérez de Rivas, donde se refiere a sus habitantes como un grupo no evangelizado, el único que no había aceptado el acercamiento del cristianismo.
De esta cultura se cuenta con muy poca información, explica el arqueólogo del INAH; se sabe que tuvieron tres etapas, fueron nómadas, luego seminómadas y finalmente se asentaron y formaron pequeñas comunidades aprovechando las cuevas como viviendas, como tumbas y como graneros para almacenar sus alimentos.
Chihuahua, Chih.
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