Libro que conjuga testimonios autobiográficos de quien llega por vez primera a una ciudad extraña
En la memoria de los once escritores reunidos en la antología Con la sangre despierta persiste el recuerdo del arribo a una ciudad desconocida; prevalece en cada crónica la vivencia del extranjero que deja su ciudad natal para llegar a otra de un país distinto; cada escritor arribó con distintos motivos, algunos por un exilio o una revolución, otros por una beca, un amor o un deseo.
El guatemalteco Rodrigo Rey Rosa habla de su vida en Tánger durante 1980; Santiago Roncagliolo urde su relación con la ciudad de Madrid a la que llegó por vez primera en el año 2000; Rodrigo Fresán escribe un diccionario para contar su contacto con Caracas; Alma Guillermoprieto echa fuera, a través de la crónica, su encuentro con Managua en 1978, en plena Revolución Sandinista.
Ellos cuatro, junto con siete escritores más, se dejaron seducir por Juan Manuel Villalobos -coordinador del libro- quien quería crear una guía de ruta en la que escritores latinoamericanos contarán cómo fue su primer arribo, doloroso o placentero, con una nueva ciudad.
La meta del proyecto literario era hacer una crónica muy vivencial, que evitara la ficción, pero siempre marcada por la nostalgia, por la emoción de quien se era en ese momento de la vida, habitantes efímeros de una ciudad que no era la suya, donde eran extranjeros y en la que debían permanecer muy alertas, con la sangre despierta.
En las once crónicas que contiene el libro publicado por Sexto Piso predomina el descubrimiento de la otredad, la extranjería, la sensibilidad hacia los nuevos códigos. “El libro es variado en sí mismo por los arribos, hay arribos que son de exilio lo que genera textos más fuertes y potentes por la significancia de llegar a un sitio producto del exilio”, señala Juan Manuel Villalobos.
Hora de despegue: nuevos rumbos
El escritor y editor de este texto que muestra a seres humanos que vencen fronteras lingüísticas, culturas hostiles e indiferentes, crisis económicas o revoluciones, asegura que logró delinear una guía de ruta basada en la idea de que fueran los escritores quienes contaran, a la luz del tiempo y tamizado por la nostalgia, cómo vivieron los primeros días de estancia en otra ciudad.
La solicitud era muy libre; la única condicionante para participar era que los escritores hubiesen vivido un tiempo prolongado en una ciudad a la que llegaron por primera vez. No valían los viajes de ida y vuelta -hay una excepción, el caso de Rodrigo Rey Rosa en Tánger-. Así comenzaron a trazarse rutas, a establecer un panorama donde convergen ciudades y autores, para cruzar un poco el mundo.
No fue sencillo para el compilador e impulsor del proyecto: hay autores que han vivido en muchas ciudades y hay otros más que a él le hubiera gustado incluir, pero que sólo habían vivido en su ciudad natal.
Son 11 crónicas de once ciudades distintas. Todas cumplen con la propuesta de hacer un texto biográfico de su llegada a esa nueva ciudad, fuera a través de una crónica, un diario de viaje o un texto libre de ficción. Villalobos asegura que la idea era retratar introspectivamente cómo les afectó su llegada a un nuevo sitio. “La idea era escribir sobre sus primeros días, meses o su primer año en esa ciudad, hablar del conflicto del lenguaje, del conflicto interno de dejar un sitio para irse a uno nuevo. Es más una reflexión de un momento de la vida de cada uno de estos escritores en tanto que fueron marcados por la ciudad”.
Hora de aterriz aje: un destino
Las maneras de acercarse a una ciudad son distintas para cada escritor. Las miradas que echan sobre la urbe electa suele ser variada, a veces fueron bien acogidos, otros tantos fueron incómodos; en algunos casos se fundieron con esa ciudad y establecieron una relación de amor y en muchas ocasiones sostuvieron una convivencia dolorosa, de extranjería permanente, de distancia. Sin embargo, cada autor convocó a la memoria y urgó en sus recuerdos.
Si Rodrigo Fresán hace una especie de diccionario sobre Caracas con entradas a las cosas que marcaron su vida en esa ciudad: desde lecturas que hizo y autores que descubrió, hasta vivencias personales de haber abandonado los estudios allí. Rafael Gamucio habla sobre su primer acercamiento a Nueva York porque se enamoró de una neoyorkina y se fue a vivir a esa ciudad.
“Hay textos mucho más lúdicos, otros con una carga emocional más fuerte, como el de Alma Guillermoprieto que escribe sobre Managua en los albores de la Revolución Sandinista. Ese es el espíritu de la antología, también tiene una carga emocional muy potente porque persiste esa idea de hacerlo como una guía de ruta con un índice que permitiera dar paso a una variación de temáticas, no mezclar ciudades como Nueva York y Londres en los textos porque son ciudades muy fuertes; ese era parte de darle un sentido editorial al libro”, señala Villalobos.
Por otro lado, Horacio Castelllanos Moya propone una crónica de sus primeros tres días en Toronto, así comprendió él el proyecto y quiso plasmarlo para dejar una crónica muy sabrosa y simpática de su encuentro con una ciudad extraña a la que llegó justo durante una mañana gris y fría.
“La convocatoria era muy plural y abierta y cada uno eligió abordar su llegada desde el punto de vista más sentido para ellos”, señala Juan Manuel Villalobos, quien detalla que el texto de Francisco Goldman sobre la ciudad de México, el que cierra el volumen, es singular porque juega un poco con la ficción. “Se trata de la ciudad de México, es una urbe compleja y es un libro que se edita en México”. En Con la sangre despierta, no deja de haber algunos elementos en algunos relatos de juego ficcional.
Tripulación de vuelo
Los once convocados no son sólo cronistas, pero al configurar el libro, Juan Manuel Villalobos descubrió que muchos de ellos tienen una base periodística más fuerte que la literaria. Rodrigo Fresán empezó como periodista pero es escritor, lo mismo Santiago Roncangliolo; pero está Alma Guillermoprieto que es periodista pura y nata o Andrew Graham-Yoll quien también lo es. “Siempre hay ese lazo en común, pero hay los que sólo son escritores: Ricardo Sumalavia es incluso más académico y Ednodio Quintero es un cuentista”.
En la memoria de los once escritores reunidos en la antología Con la sangre despierta persiste el recuerdo del arribo a una ciudad desconocida; prevalece en cada crónica la vivencia del extranjero que deja su ciudad natal para llegar a otra de un país distinto; cada escritor arribó con distintos motivos, algunos por un exilio o una revolución, otros por una beca, un amor o un deseo.
El guatemalteco Rodrigo Rey Rosa habla de su vida en Tánger durante 1980; Santiago Roncagliolo urde su relación con la ciudad de Madrid a la que llegó por vez primera en el año 2000; Rodrigo Fresán escribe un diccionario para contar su contacto con Caracas; Alma Guillermoprieto echa fuera, a través de la crónica, su encuentro con Managua en 1978, en plena Revolución Sandinista.
Ellos cuatro, junto con siete escritores más, se dejaron seducir por Juan Manuel Villalobos -coordinador del libro- quien quería crear una guía de ruta en la que escritores latinoamericanos contarán cómo fue su primer arribo, doloroso o placentero, con una nueva ciudad.
La meta del proyecto literario era hacer una crónica muy vivencial, que evitara la ficción, pero siempre marcada por la nostalgia, por la emoción de quien se era en ese momento de la vida, habitantes efímeros de una ciudad que no era la suya, donde eran extranjeros y en la que debían permanecer muy alertas, con la sangre despierta.
En las once crónicas que contiene el libro publicado por Sexto Piso predomina el descubrimiento de la otredad, la extranjería, la sensibilidad hacia los nuevos códigos. “El libro es variado en sí mismo por los arribos, hay arribos que son de exilio lo que genera textos más fuertes y potentes por la significancia de llegar a un sitio producto del exilio”, señala Juan Manuel Villalobos.
Hora de despegue: nuevos rumbos
El escritor y editor de este texto que muestra a seres humanos que vencen fronteras lingüísticas, culturas hostiles e indiferentes, crisis económicas o revoluciones, asegura que logró delinear una guía de ruta basada en la idea de que fueran los escritores quienes contaran, a la luz del tiempo y tamizado por la nostalgia, cómo vivieron los primeros días de estancia en otra ciudad.
La solicitud era muy libre; la única condicionante para participar era que los escritores hubiesen vivido un tiempo prolongado en una ciudad a la que llegaron por primera vez. No valían los viajes de ida y vuelta -hay una excepción, el caso de Rodrigo Rey Rosa en Tánger-. Así comenzaron a trazarse rutas, a establecer un panorama donde convergen ciudades y autores, para cruzar un poco el mundo.
No fue sencillo para el compilador e impulsor del proyecto: hay autores que han vivido en muchas ciudades y hay otros más que a él le hubiera gustado incluir, pero que sólo habían vivido en su ciudad natal.
Son 11 crónicas de once ciudades distintas. Todas cumplen con la propuesta de hacer un texto biográfico de su llegada a esa nueva ciudad, fuera a través de una crónica, un diario de viaje o un texto libre de ficción. Villalobos asegura que la idea era retratar introspectivamente cómo les afectó su llegada a un nuevo sitio. “La idea era escribir sobre sus primeros días, meses o su primer año en esa ciudad, hablar del conflicto del lenguaje, del conflicto interno de dejar un sitio para irse a uno nuevo. Es más una reflexión de un momento de la vida de cada uno de estos escritores en tanto que fueron marcados por la ciudad”.
Hora de aterriz aje: un destino
Las maneras de acercarse a una ciudad son distintas para cada escritor. Las miradas que echan sobre la urbe electa suele ser variada, a veces fueron bien acogidos, otros tantos fueron incómodos; en algunos casos se fundieron con esa ciudad y establecieron una relación de amor y en muchas ocasiones sostuvieron una convivencia dolorosa, de extranjería permanente, de distancia. Sin embargo, cada autor convocó a la memoria y urgó en sus recuerdos.
Si Rodrigo Fresán hace una especie de diccionario sobre Caracas con entradas a las cosas que marcaron su vida en esa ciudad: desde lecturas que hizo y autores que descubrió, hasta vivencias personales de haber abandonado los estudios allí. Rafael Gamucio habla sobre su primer acercamiento a Nueva York porque se enamoró de una neoyorkina y se fue a vivir a esa ciudad.
“Hay textos mucho más lúdicos, otros con una carga emocional más fuerte, como el de Alma Guillermoprieto que escribe sobre Managua en los albores de la Revolución Sandinista. Ese es el espíritu de la antología, también tiene una carga emocional muy potente porque persiste esa idea de hacerlo como una guía de ruta con un índice que permitiera dar paso a una variación de temáticas, no mezclar ciudades como Nueva York y Londres en los textos porque son ciudades muy fuertes; ese era parte de darle un sentido editorial al libro”, señala Villalobos.
Por otro lado, Horacio Castelllanos Moya propone una crónica de sus primeros tres días en Toronto, así comprendió él el proyecto y quiso plasmarlo para dejar una crónica muy sabrosa y simpática de su encuentro con una ciudad extraña a la que llegó justo durante una mañana gris y fría.
“La convocatoria era muy plural y abierta y cada uno eligió abordar su llegada desde el punto de vista más sentido para ellos”, señala Juan Manuel Villalobos, quien detalla que el texto de Francisco Goldman sobre la ciudad de México, el que cierra el volumen, es singular porque juega un poco con la ficción. “Se trata de la ciudad de México, es una urbe compleja y es un libro que se edita en México”. En Con la sangre despierta, no deja de haber algunos elementos en algunos relatos de juego ficcional.
Tripulación de vuelo
Los once convocados no son sólo cronistas, pero al configurar el libro, Juan Manuel Villalobos descubrió que muchos de ellos tienen una base periodística más fuerte que la literaria. Rodrigo Fresán empezó como periodista pero es escritor, lo mismo Santiago Roncangliolo; pero está Alma Guillermoprieto que es periodista pura y nata o Andrew Graham-Yoll quien también lo es. “Siempre hay ese lazo en común, pero hay los que sólo son escritores: Ricardo Sumalavia es incluso más académico y Ednodio Quintero es un cuentista”.
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