Cartas de un joven escritor muestra la personalidad del autor uruguayo a través de su correspondencia con Julio E. Payró
La personalidad excesivamente ensimismada, indiferente y con una absoluta falta de fe; su amor y admiración por el arte pictórico de fines del siglo XIX y la forma como ambos aspectos se reflejaron en su obra literaria, es lo que se puede encontrar en el libro Cartas de un joven escritor, recopilación de la correspondencia del uruguayo Juan Carlos Onetti (1909-1994).
Publicado recientemente por las editoriales Era, LOM y Trilce, edición crítica, estudio preliminar y notas de Hugo J. Verani, el volumen de 170 páginas que lleva como subtítulo Correspondencia con Julio E. Payró da cuenta del intercambio epistolar que ambos personajes del arte mantuvieron entre 1937 y 1955.
Se trata de un proyecto entre estas tres empresas editoriales, una mexicana, otra chilena y la tercera uruguaya, que busca ser una feliz celebración por el centenario del nacimiento del autor de El pozo, Juntacadáveres y El astillero, a través de 67 cartas desconocidas entre dos personalidades tan distintas.
Esto, porque Payró (1899-1971) fue un distinguido historiador y crítico de arte moderno, pintor, viajero y profesor universitario, autor de unos 40 libros y reconocido intelectual; mientras que Onetti fue un sedentario escritor, autodidacta, antiintelectual que ni siquiera terminó la instrucción secundaria. Sin embargo, el segundo goza de mayor reconocimiento internacional.
A lo largo de estas casi 70 cartas el lector se puede dar cuenta clara de la personalidad de Onetti, sus filias y fobias personales, pero sobre todo en torno al arte en general, que habrían de marcar su vida y formarle una reputación de poco asiduo a los círculos sociales e intelectuales, celoso guardián de su intimidad.
En primer lugar, los textos publicados iluminan sobre el afecto que el escritor mantenía por el intelectual, al que dedicó su segunda novela, Tierra de nadie, hecho que habría de refrendar con vehemencia en la segunda edición de la misma, 24 años después, situación inusual pues se desconocía la profundidad de dicha amistad.
Así, entre ambos se establece una afinidad temperamental tan fuerte que supone para el uruguayo un lazo poco común, pues con frecuencia declara su aprecio personal y la admiración que tiene por la labor cultural y de artista de Payró, lo que finalmente se entiende en cuanto se conoce a través de estas cartas el amor de Onetti por la pintura de fin del siglo XIX.
Es a Payró a quien el escritor uruguayo confiesa hasta cierto punto sus penurias económicas en el inicio de su trayectoria literaria, así como sus sentimientos y fracasos amorosos, y la forma de lidiar y solucionarlo, con la escritura.
En una carta, cuando se acerca la separación de su segunda esposa, Martha Julia, le confiesa que "estoy enamorado de M.J., pero no tengo ni la más pequeña necesidad de verla ni de decirle `so long`", y después de que ocurre lo anunciado le dice: "toda mi comunicación con el mundo la establecía a través de ella y perdida ella no hay caso. Esto me tiene mal; en consecuencia, tengo que escribir".
Pero también esta correspondencia inédita indica la poca fe que el escritor mantenía respecto a su trabajo literario, al grado que llegó a destruir dos novelas y media.
Por ejemplo, cuando se publica uno de sus libros más conocidos, El pozo, escribió: "técnicamente, estilo y adornos, esto es un mamarracho. Creo que usted (Payró) sospecha que puedo hacerlo mejor".
No obstante, el escepticismo del autor minaba toda posibilidad de acción social; en el fondo todo parecía serle indiferente y profesaba una "falta absoluta de fe" en cualquier actividad humana, lo que permeaba su vida personal y su literatura, como se puede advertir en El pozo, donde narra una serie de fracasos en el amor, amistad y comunicación humana.
Son muchos los temas que se pueden descubrir en las cartas redactadas por Onetti a Payró, cabe resaltar dos más, el conocimiento que tuvo de que la literatura de su país había llegado a un punto sin retorno, viejo, y por lo tanto habría que renovarla, en lo que sabía su escritura tenía esa finalidad, y, por otro lado, su pasión por la pintura y la relación de este afecto con su escritura.
Respecto al primer aspecto, expresa su deseo de "escribir sin hacer literatura, su rechazo a "escribir bien", es decir, a la práctica arraigada entonces de tener una escritura estetizante y discursiva, carente de autenticidad interior.
"No sé si es americanismo, pero me está dando náuseas `escribir bien`. Pienso en alguna manera, otra, más despreocupada, más directa".
En cuanto al segundo, y Payró resultó un interlocutor excepcional, por su calidad de crítico de arte y pintor, son múltiples sus referencias y comentarios sobre la pintura reciente.
Habla de autores como Paul Gauguin, especialmente; Paul Cézanne y Henri "El aduanero" Rousseau.
Así, por ejemplo, con relación al último, Onetti hace mención del libro de Franz Roh: "El realismo mágico", en cuya portada de la edición alemana se reproduce el cuadro de Rousseau "La gitana dormida", que cuenta con una serie de elementos que juntos forman una composición falta de lógica, que responde a incitaciones subjetivas.
Pero este restablecimiento de la unidad de opuestos, disposición visual esencial en la ruptura con la tradición pictórica que ocurrió a finales del siglo XIX, es lo que atrajo a escritores que, como Onetti, buscaban formas creativas menos realistas y más alusivas, poéticas.
En fin, "Cartas de un joven escritor" es un libro que revela e ilumina sobre la vida personal de Juan Carlos Onetti, de la que se sabe tan poco excepto la reticencia que mantuvo hasta el último de sus días de hacer pública su intimidad, así como de sus intereses literarios. México, D.F./Notimex (El Universal)
Publicado recientemente por las editoriales Era, LOM y Trilce, edición crítica, estudio preliminar y notas de Hugo J. Verani, el volumen de 170 páginas que lleva como subtítulo Correspondencia con Julio E. Payró da cuenta del intercambio epistolar que ambos personajes del arte mantuvieron entre 1937 y 1955.
Se trata de un proyecto entre estas tres empresas editoriales, una mexicana, otra chilena y la tercera uruguaya, que busca ser una feliz celebración por el centenario del nacimiento del autor de El pozo, Juntacadáveres y El astillero, a través de 67 cartas desconocidas entre dos personalidades tan distintas.
Esto, porque Payró (1899-1971) fue un distinguido historiador y crítico de arte moderno, pintor, viajero y profesor universitario, autor de unos 40 libros y reconocido intelectual; mientras que Onetti fue un sedentario escritor, autodidacta, antiintelectual que ni siquiera terminó la instrucción secundaria. Sin embargo, el segundo goza de mayor reconocimiento internacional.
A lo largo de estas casi 70 cartas el lector se puede dar cuenta clara de la personalidad de Onetti, sus filias y fobias personales, pero sobre todo en torno al arte en general, que habrían de marcar su vida y formarle una reputación de poco asiduo a los círculos sociales e intelectuales, celoso guardián de su intimidad.
En primer lugar, los textos publicados iluminan sobre el afecto que el escritor mantenía por el intelectual, al que dedicó su segunda novela, Tierra de nadie, hecho que habría de refrendar con vehemencia en la segunda edición de la misma, 24 años después, situación inusual pues se desconocía la profundidad de dicha amistad.
Así, entre ambos se establece una afinidad temperamental tan fuerte que supone para el uruguayo un lazo poco común, pues con frecuencia declara su aprecio personal y la admiración que tiene por la labor cultural y de artista de Payró, lo que finalmente se entiende en cuanto se conoce a través de estas cartas el amor de Onetti por la pintura de fin del siglo XIX.
Es a Payró a quien el escritor uruguayo confiesa hasta cierto punto sus penurias económicas en el inicio de su trayectoria literaria, así como sus sentimientos y fracasos amorosos, y la forma de lidiar y solucionarlo, con la escritura.
En una carta, cuando se acerca la separación de su segunda esposa, Martha Julia, le confiesa que "estoy enamorado de M.J., pero no tengo ni la más pequeña necesidad de verla ni de decirle `so long`", y después de que ocurre lo anunciado le dice: "toda mi comunicación con el mundo la establecía a través de ella y perdida ella no hay caso. Esto me tiene mal; en consecuencia, tengo que escribir".
Pero también esta correspondencia inédita indica la poca fe que el escritor mantenía respecto a su trabajo literario, al grado que llegó a destruir dos novelas y media.
Por ejemplo, cuando se publica uno de sus libros más conocidos, El pozo, escribió: "técnicamente, estilo y adornos, esto es un mamarracho. Creo que usted (Payró) sospecha que puedo hacerlo mejor".
No obstante, el escepticismo del autor minaba toda posibilidad de acción social; en el fondo todo parecía serle indiferente y profesaba una "falta absoluta de fe" en cualquier actividad humana, lo que permeaba su vida personal y su literatura, como se puede advertir en El pozo, donde narra una serie de fracasos en el amor, amistad y comunicación humana.
Son muchos los temas que se pueden descubrir en las cartas redactadas por Onetti a Payró, cabe resaltar dos más, el conocimiento que tuvo de que la literatura de su país había llegado a un punto sin retorno, viejo, y por lo tanto habría que renovarla, en lo que sabía su escritura tenía esa finalidad, y, por otro lado, su pasión por la pintura y la relación de este afecto con su escritura.
Respecto al primer aspecto, expresa su deseo de "escribir sin hacer literatura, su rechazo a "escribir bien", es decir, a la práctica arraigada entonces de tener una escritura estetizante y discursiva, carente de autenticidad interior.
"No sé si es americanismo, pero me está dando náuseas `escribir bien`. Pienso en alguna manera, otra, más despreocupada, más directa".
En cuanto al segundo, y Payró resultó un interlocutor excepcional, por su calidad de crítico de arte y pintor, son múltiples sus referencias y comentarios sobre la pintura reciente.
Habla de autores como Paul Gauguin, especialmente; Paul Cézanne y Henri "El aduanero" Rousseau.
Así, por ejemplo, con relación al último, Onetti hace mención del libro de Franz Roh: "El realismo mágico", en cuya portada de la edición alemana se reproduce el cuadro de Rousseau "La gitana dormida", que cuenta con una serie de elementos que juntos forman una composición falta de lógica, que responde a incitaciones subjetivas.
Pero este restablecimiento de la unidad de opuestos, disposición visual esencial en la ruptura con la tradición pictórica que ocurrió a finales del siglo XIX, es lo que atrajo a escritores que, como Onetti, buscaban formas creativas menos realistas y más alusivas, poéticas.
En fin, "Cartas de un joven escritor" es un libro que revela e ilumina sobre la vida personal de Juan Carlos Onetti, de la que se sabe tan poco excepto la reticencia que mantuvo hasta el último de sus días de hacer pública su intimidad, así como de sus intereses literarios. México, D.F./Notimex (El Universal)
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