Eminente estudioso de la literatura latinoamericana y profesor del Departamento de Estudios Hispánicos de la Universidad de Brown (Providence, Rhode Island), sostiene que "si el cambio es la mitología de lo moderno, la contribución borgeana es entrañablemente latinoamericana: hay que cambiar la lectura".
"Todos hemos sido educados en la Universidad Borges, ese taller de subversiones irónicas, críticas, vitales", considera el crítico y escritor peruano Julio Ortega, y destaca que una de las lecciones de Jorge Luis Borges fue "liberar al autor de su obra".
Eminente estudioso de la literatura latinoamericana y profesor del Departamento de Estudios Hispánicos de la Universidad de Brown (Providence, Rhode Island), sostiene que "si el cambio es la mitología de lo moderno, la contribución borgeana es entrañablemente latinoamericana: hay que cambiar la lectura".
"Esto es, desmontar los monumentos de autoridad y propiciar las disoluciones de lo relativo. El operativo borgeano es proponer que no hay una verdad única y universal sino tantas interpretaciones como tiempos hay, mundos y márgenes. Por eso yo repito que si hubiese una sola verdad, no habría lugar para América Latina", explica Ortega, nacido en Casma en 1942, en una entrevista respondida por correo electrónico.
Ortega, quien publicó una edición crítica y facsimilar de "El Aleph" junto con Elena del Río Parra (El Colegio de México), apunta que Borges -de cuyo nacimiento se cumplen 110 años el 24 de agosto- "de joven fue alegremente vanguardista".
"Luego en los años 40 nace el Borges maduro, el que finalmente ha conquistado su propia perplejidad y ya no es un escritor que repite el mundo sino uno que lo resta del lenguaje. Y el de la vejez es un autor clásico, que rima y versifica de memoria, como si visitara su propio mundo con otro lenguaje, memorioso y paradójico", indica Ortega, residente en Estados Unidos hace tres décadas y compilador de diversas antologías de nueva literatura latinoamericana.
Autor de numerosas publicaciones críticas como "Retrato de Carlos Fuentes", "El discurso de la abundancia" y "Una poética del cambio" y de poesía y narraciones ("La vida emotiva", "Habanera" y "La mesa del padre", entre otros), asistió a conferencias que el escritor argentino dictó en la Universidad de Yale en 1971 y en la de Texas, Austin, en 1982.
También es autor de varios ensayos, testimonios e incluso relatos en torno a Borges, sobre cuya obra organizó un coloquio, presidido por María Kodama, en el Instituto Cervantes de Nueva York.
dpa: ¿Cuáles eran las peculiaridades del Borges conferencista? ¿Qué impresión le dejó?
Ortega: Recuerdo que Borges le tenía terror a la muchedumbre. No la veía, claro, pero la sentía y prefería no saber que la sala estaba llena. Sus conferencias eran parte de su proyecto de una conversación literaria donde todos tuviéramos un papel, el de interlocutores.
dpa: ¿Cuál es el grado de interés académico en la obra borgeana en Estados Unidos? ¿Se encuentran actualmente sus libros traducidos al inglés?
Ortega: Todos sus libros, creo, circulan muy bien en inglés. Pudo él vivir la extraordinaria repercusión de su obra, aunque haya sido un testigo irónico de su propio éxito. Hoy ya Borges forma parte de la literatura, se confunde con ella, y ha sido reapropiado y transformado. Es un término de referencia, una condición radicalmente literaria del lenguaje.
dpa: ¿Cree que opiniones muchas veces polémicas o irónicas de Borges pudieron opacar en determinados círculos el reconocimiento a su obra?
Ortega: No creo, porque sus opiniones no hay que tomarlas literalmente en serio. Le gustaba bromear, es cierto, pero tampoco quería ser un héroe del discurso correcto, ni siquiera del justo. Era, eso sí, un hombre ético, sobrio y decoroso. Y quizá alguna de sus opiniones, sobre todo las políticas, podían ser escandalosas.
dpa: ¿De dónde proviene el objetivo de Borges de "narrar lo estrictamente necesario"?
Ortega: Curiosamente, una de las fuentes de Borges es la crítica del lenguaje pero otra es el discurso místico, donde el lenguaje se alimenta de lo visionario. Pero él logró que ambas fuentes impusieran la economía del decir breve. El aleph, por ejemplo, promete el universo como asombro; pero la pequeña esfera tornasolada es, en sí misma, más asombrosa que el universo catalogado. dpa: ¿Mediante qué mecanismos lograba Borges desvanecer la frontera entre la ficción y el ensayo?
Ortega: Sobre todo con la "puesta en abismo" de la ficción dentro de la ficción, que demuestra que estamos contaminados de literatura. Pero, así mismo, con la demostración irónica de que todo discurso, incluso el que pretende ser más objetivo, es una ilusión verbal. Borges se adelantó a Lacan al demostrar que la ficción es la parte intrínseca de la verdad.
dpa: ¿Cómo alimentan las tradiciones la obra de Borges? Esta obra viene de todas partes, al punto que se podría leerla como una anotación amena a la lectura de la literatura universal. Pero viene también de la puesta en crisis de ese monumento canónico. El mapa borgeano de la literatura no coincide con ella, ni con la nacional ni con la clásica, pero tampoco con la moderna. Es una biblioteca elegida por su lectura analítica y fantástica, que introduce lo ficticio en la misma naturaleza referencial del lenguaje.
dpa: ¿Por qué factores la obra de Borges trascendió largamente las fronteras de su país y de habla hispana?
Ortega: La crítica borgeana del lenguaje literal, del habla indistinta y elocuente del español tradicional (que ya Cervantes había puesto en entredicho) coincidió con un periodo del pensamiento crítico y filosófico que partía, precisamente, del reconocimiento de los límites del lenguaje. Por eso, Blanchot, Derrida, Foucault, Genette, y tantos otros, estuvieron fascinados por la argumentación borgeana, por su laconismo, agudeza, y sentido autoirónico.
Las clasificaciones absurdas, la precariedad del yo, la matriz literaria del discurso contemporáneo, los juegos y abismos de Borges se hicieron parte de la literatura misma, y son hoy nuestra tradición moderna.
dpa: ¿Qué le hubiese faltado a la literatura sin Borges?
Ortega: Le habría faltado la conciencia de su propio asombro. La de Borges es una literatura que excede ampliamente a su autor, y que no se explica sino por ella misma. Borges, quizá, fue un mediador privilegiado entre la tradición literaria y la modernidad iberoamericana, como lo fue en su hora Ruben Darío.
Por eso, hoy conviene no leerlo a partir de su vida, ideas y manías, sino simplemente como una obra independiente del autor. Recordemos que Borges se opuso no a Unamuno sino a la figura que se creó de él; y que ironizó la figura de Lorca, porque su obra se perdía en el mito de su vida. Liberar al autor de su obra fue una de sus lecciones. Buenos Aires, Argentina/DPA (Milenio)
Eminente estudioso de la literatura latinoamericana y profesor del Departamento de Estudios Hispánicos de la Universidad de Brown (Providence, Rhode Island), sostiene que "si el cambio es la mitología de lo moderno, la contribución borgeana es entrañablemente latinoamericana: hay que cambiar la lectura".
"Esto es, desmontar los monumentos de autoridad y propiciar las disoluciones de lo relativo. El operativo borgeano es proponer que no hay una verdad única y universal sino tantas interpretaciones como tiempos hay, mundos y márgenes. Por eso yo repito que si hubiese una sola verdad, no habría lugar para América Latina", explica Ortega, nacido en Casma en 1942, en una entrevista respondida por correo electrónico.
Ortega, quien publicó una edición crítica y facsimilar de "El Aleph" junto con Elena del Río Parra (El Colegio de México), apunta que Borges -de cuyo nacimiento se cumplen 110 años el 24 de agosto- "de joven fue alegremente vanguardista".
"Luego en los años 40 nace el Borges maduro, el que finalmente ha conquistado su propia perplejidad y ya no es un escritor que repite el mundo sino uno que lo resta del lenguaje. Y el de la vejez es un autor clásico, que rima y versifica de memoria, como si visitara su propio mundo con otro lenguaje, memorioso y paradójico", indica Ortega, residente en Estados Unidos hace tres décadas y compilador de diversas antologías de nueva literatura latinoamericana.
Autor de numerosas publicaciones críticas como "Retrato de Carlos Fuentes", "El discurso de la abundancia" y "Una poética del cambio" y de poesía y narraciones ("La vida emotiva", "Habanera" y "La mesa del padre", entre otros), asistió a conferencias que el escritor argentino dictó en la Universidad de Yale en 1971 y en la de Texas, Austin, en 1982.
También es autor de varios ensayos, testimonios e incluso relatos en torno a Borges, sobre cuya obra organizó un coloquio, presidido por María Kodama, en el Instituto Cervantes de Nueva York.
dpa: ¿Cuáles eran las peculiaridades del Borges conferencista? ¿Qué impresión le dejó?
Ortega: Recuerdo que Borges le tenía terror a la muchedumbre. No la veía, claro, pero la sentía y prefería no saber que la sala estaba llena. Sus conferencias eran parte de su proyecto de una conversación literaria donde todos tuviéramos un papel, el de interlocutores.
dpa: ¿Cuál es el grado de interés académico en la obra borgeana en Estados Unidos? ¿Se encuentran actualmente sus libros traducidos al inglés?
Ortega: Todos sus libros, creo, circulan muy bien en inglés. Pudo él vivir la extraordinaria repercusión de su obra, aunque haya sido un testigo irónico de su propio éxito. Hoy ya Borges forma parte de la literatura, se confunde con ella, y ha sido reapropiado y transformado. Es un término de referencia, una condición radicalmente literaria del lenguaje.
dpa: ¿Cree que opiniones muchas veces polémicas o irónicas de Borges pudieron opacar en determinados círculos el reconocimiento a su obra?
Ortega: No creo, porque sus opiniones no hay que tomarlas literalmente en serio. Le gustaba bromear, es cierto, pero tampoco quería ser un héroe del discurso correcto, ni siquiera del justo. Era, eso sí, un hombre ético, sobrio y decoroso. Y quizá alguna de sus opiniones, sobre todo las políticas, podían ser escandalosas.
dpa: ¿De dónde proviene el objetivo de Borges de "narrar lo estrictamente necesario"?
Ortega: Curiosamente, una de las fuentes de Borges es la crítica del lenguaje pero otra es el discurso místico, donde el lenguaje se alimenta de lo visionario. Pero él logró que ambas fuentes impusieran la economía del decir breve. El aleph, por ejemplo, promete el universo como asombro; pero la pequeña esfera tornasolada es, en sí misma, más asombrosa que el universo catalogado. dpa: ¿Mediante qué mecanismos lograba Borges desvanecer la frontera entre la ficción y el ensayo?
Ortega: Sobre todo con la "puesta en abismo" de la ficción dentro de la ficción, que demuestra que estamos contaminados de literatura. Pero, así mismo, con la demostración irónica de que todo discurso, incluso el que pretende ser más objetivo, es una ilusión verbal. Borges se adelantó a Lacan al demostrar que la ficción es la parte intrínseca de la verdad.
dpa: ¿Cómo alimentan las tradiciones la obra de Borges? Esta obra viene de todas partes, al punto que se podría leerla como una anotación amena a la lectura de la literatura universal. Pero viene también de la puesta en crisis de ese monumento canónico. El mapa borgeano de la literatura no coincide con ella, ni con la nacional ni con la clásica, pero tampoco con la moderna. Es una biblioteca elegida por su lectura analítica y fantástica, que introduce lo ficticio en la misma naturaleza referencial del lenguaje.
dpa: ¿Por qué factores la obra de Borges trascendió largamente las fronteras de su país y de habla hispana?
Ortega: La crítica borgeana del lenguaje literal, del habla indistinta y elocuente del español tradicional (que ya Cervantes había puesto en entredicho) coincidió con un periodo del pensamiento crítico y filosófico que partía, precisamente, del reconocimiento de los límites del lenguaje. Por eso, Blanchot, Derrida, Foucault, Genette, y tantos otros, estuvieron fascinados por la argumentación borgeana, por su laconismo, agudeza, y sentido autoirónico.
Las clasificaciones absurdas, la precariedad del yo, la matriz literaria del discurso contemporáneo, los juegos y abismos de Borges se hicieron parte de la literatura misma, y son hoy nuestra tradición moderna.
dpa: ¿Qué le hubiese faltado a la literatura sin Borges?
Ortega: Le habría faltado la conciencia de su propio asombro. La de Borges es una literatura que excede ampliamente a su autor, y que no se explica sino por ella misma. Borges, quizá, fue un mediador privilegiado entre la tradición literaria y la modernidad iberoamericana, como lo fue en su hora Ruben Darío.
Por eso, hoy conviene no leerlo a partir de su vida, ideas y manías, sino simplemente como una obra independiente del autor. Recordemos que Borges se opuso no a Unamuno sino a la figura que se creó de él; y que ironizó la figura de Lorca, porque su obra se perdía en el mito de su vida. Liberar al autor de su obra fue una de sus lecciones. Buenos Aires, Argentina/DPA (Milenio)
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