La exposición romana pretende centrarse en el análisis de esta relación entre impresionismo y naturaleza, un romance que creó un lenguaje artístico cargado de reflejos y estados de ánimo
El idilio entre impresionismo y naturaleza, que dio un giro a la pintura del siglo XIX, podrá explorarse a partir de mañana con "La Sinfonía de la Naturaleza", una exposición que reúne en Roma 170 obras de los maestros de la luz, entre cuadros, bocetos y fotografías de la época.
Lienzos de Monet, Pisarro, Corot, Courbet o Daubigny, procedentes de museos como el Marmottan de París o el Metropolitan de Nueva York, iluminarán el Complejo Victoriano de Roma hasta el próximo 29 de junio, con una muestra dedicada a la sensibilidad de estos artistas y a su pasión por la naturaleza.
Mientras Monet o Turner conquistan en solitario las salas del Thyssen madrileño o el Grand Palais parisino, respectivamente, Roma se acerca con una exposición temática a estos pintores que salieron del estudio para pintar al aire libre hojas secas, ríos, fuentes o canales.
La exposición romana pretende centrarse en el análisis de esta relación entre impresionismo y naturaleza, un romance que creó un lenguaje artístico cargado de reflejos y estados de ánimo.
"El arte de los impresionistas es producto de una mirada rápida, de una mano hábil y un temperamento sensible", escribe en el catálogo de la muestra el comisario, Stephen Eisenman, que atribuye su enfoque a la fascinación de estos artistas por los elementos naturales.
"De Corot a Monet. La fuerza de la naturaleza" rescata los aluviones representados por Alfred Sisley como "Inundación en Moret" o "Nieve en Port-Marly"; la fuerza de las aguas de Gustave Courbet en "La musa de Freyr" o "La Ola" o los jardines de Camille Pissarro con "Paseo en Pontoise".
El recorrido se adentra en los llamados artistas de la "Escuela de Barbizon", de la que formaron parte Corot, Rousseau, Díaz de la Peña, Dupré o Daubigny, que a finales del siglo XIX se reunían en la localidad de Barbizon para inmortalizar el bosque de Fontainbleau en decenas de lienzos.
La exposición reivindica el valor de estos artistas que en palabras de Eisenmann fueron "ecologistas" y artífices de "sistemas ecológicos en sí mismos", y culmina con tres lienzos del paraíso de nenúfares que Claude Monet pintó en su casa de Gyverny.
Roma, Italia
El idilio entre impresionismo y naturaleza, que dio un giro a la pintura del siglo XIX, podrá explorarse a partir de mañana con "La Sinfonía de la Naturaleza", una exposición que reúne en Roma 170 obras de los maestros de la luz, entre cuadros, bocetos y fotografías de la época.
Lienzos de Monet, Pisarro, Corot, Courbet o Daubigny, procedentes de museos como el Marmottan de París o el Metropolitan de Nueva York, iluminarán el Complejo Victoriano de Roma hasta el próximo 29 de junio, con una muestra dedicada a la sensibilidad de estos artistas y a su pasión por la naturaleza.
Mientras Monet o Turner conquistan en solitario las salas del Thyssen madrileño o el Grand Palais parisino, respectivamente, Roma se acerca con una exposición temática a estos pintores que salieron del estudio para pintar al aire libre hojas secas, ríos, fuentes o canales.
La exposición romana pretende centrarse en el análisis de esta relación entre impresionismo y naturaleza, un romance que creó un lenguaje artístico cargado de reflejos y estados de ánimo.
"El arte de los impresionistas es producto de una mirada rápida, de una mano hábil y un temperamento sensible", escribe en el catálogo de la muestra el comisario, Stephen Eisenman, que atribuye su enfoque a la fascinación de estos artistas por los elementos naturales.
"De Corot a Monet. La fuerza de la naturaleza" rescata los aluviones representados por Alfred Sisley como "Inundación en Moret" o "Nieve en Port-Marly"; la fuerza de las aguas de Gustave Courbet en "La musa de Freyr" o "La Ola" o los jardines de Camille Pissarro con "Paseo en Pontoise".
El recorrido se adentra en los llamados artistas de la "Escuela de Barbizon", de la que formaron parte Corot, Rousseau, Díaz de la Peña, Dupré o Daubigny, que a finales del siglo XIX se reunían en la localidad de Barbizon para inmortalizar el bosque de Fontainbleau en decenas de lienzos.
La exposición reivindica el valor de estos artistas que en palabras de Eisenmann fueron "ecologistas" y artífices de "sistemas ecológicos en sí mismos", y culmina con tres lienzos del paraíso de nenúfares que Claude Monet pintó en su casa de Gyverny.
Roma, Italia
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