El autor de “La voz de los otros” dice que el Estado ha pecado de “una ceguera casi diría que imperdonable”
Ricardo Cayuela Gally dice que el estado de salud del periodismo cultural es, en general, muy malo, y que atraviesa por al menos cuatro crisis. La de la pérdida de lectores sería la primera. “El nivel cultural de la gente es bajísimo. ¿A quién carajo le importa qué? Nadie ha leído nada, a nadie le interesa absolutamente nada”.
El jefe de redacción de Letras Libres, revista que dirige Enrique Krauze, considera que la escasez de lectores ha hecho que muchas publicaciones naufraguen y que una buena cantidad de escritores y artistas carezcan de una vitrina donde dar a conocer su trabajo.
La segunda crisis sería “la de formatos”. Cayuela asegura que “el papel está de salida. El papel imponía ciertos códigos y hasta géneros que ahora están en crisis por la irrupción de internet. El periodismo cultural escrito no ha sabido hallar un papel cómodo en el periodismo cultural en internet. A quien más ha perjudicado el cambio de formato es, quizá, al periodismo cultural”.
Cayuela, de 41 años, mece con los dedos su melena, mira al ventanal de la oficina que ocupa en el edificio de la revista que edita desde su fundación, hace más de una década, y continúa la exposición que de seguro ha meditado desde hace tiempo. “La tercera crisis es la de los propios generadores de periodismo cultural”. Habla de la falta de imaginación de editores y reporteros, de la proclividad a las modas comerciales, del culto a los premios, del apego a las efemérides, de las condicionantes externas.
“¿Por qué hacer una revisión de la obra de Juan Rulfo cuando cumple 50 años de muerto y no ahora mismo? El periodismo cultural no debería requerir de una excusa periodística, sino lanzar sus propias discusiones”. Explica que la comunidad crítica debe estar al servicio de las redacciones y no a la inversa, porque ello hace que las publicaciones se sometan a intereses externos. “La agenda cultural deben determinarla los editores y no estar ceñida a calendarios”. En su idea, los medios serían los responsables de abrir los debates contemporáneos y no convertirse en reproductores de la agenda de las instituciones culturales, ya sean de carácter público o privado.
La cuarta crisis sería la de los propios creadores. “Tenemos una clase artística e intelectual muy consentida, por becas, por puestos oficiales, por beneficios de las publicaciones del Estado. Hay una cierta impunidad: no puedes decir lo que quieres decir porque te llaman a cuentas. La materia prima del periodismo cultural es muy difícil”, dice Cayuela. Los creadores, entonces, deberían tener condiciones para poder expresar con mayor libertad lo que quieren, para así elevar la calidad del periodismo cultural. Y culpa, en parte, al gran proveedor de recursos. “El Estado gasta millones de pesos en patrocinar a los creadores, pero no apoya a las publicaciones vía publicidad. ¿Y entonces dónde se van a reseñar los libros, dónde se van a dar a conocer las creaciones? El Estado ha pecado de una ceguera casi diría que imperdonable”.
Entrevista con el entrevistador
Recién comenzó a circular en México La voz de los otros (Barril & Barral), libro donde reúne quince conversaciones con personalidades de la cultura contemporánea. El ex jefe de redacción de La Jornada Semanal dice que sus entrevistados son gente con algo importante que decir sobre “las claves del mundo”.
Mario Vargas Llosa, Carlos Fuentes, Fernando Benítez, Enrique Krauze, Sergio Pitol, Fernando Savater, Jorge Semprún, Ryzard Kapuscinski, Ayaan Hirsi Ali, Jon Juaristi, Carlos Franqui, Teodoro González de León, Manuel García y Griego, Adam Michnik y Roger Bartra hablaron con Cayuela sobre sus respectivas obras, pero también acerca de los temas del debate contemporáneo. Las entrevistas contenidas en el libro fueron publicadas originalmente en Visceversa, La Jornada Semanal y Letras Libres.
A Vargas Llosa le preguntó, en 1993: “El siglo XX estuvo dominado por la idea de la revolución y, en buena medida, por el pensamiento socialista. ¿Qué es lo que queda de él, qué es lo rescatable, qué es lo que podemos heredar?” Formulo la misma pregunta a Cayuela; él responde: “La enseñanza del siglo XX es que casi todas la revoluciones fueron contraproducentes, destruyeron más de lo que crearon, salvo la Revolución femenina, que fue pacífica, que es celebrable. El pensamiento socialista, en su esencia básica, es ético, como la idea de fraternidad en el caso de la Revolución francesa”, dice el autor de La voz de los otros.
“Parafraseando el inicio de Conversación en la catedral, ¿podría decirnos cuándo se jodió la Revolución cubana?”, le preguntó Cayuela al escritor peruano hace 17 años. El jefe de redacción de Letras Libres contesta a idéntico cuestionamiento: “La Revolución cubana nació jodida, es una cosa tristísima. Todos crecimos con el mito de los barbados jóvenes, rebeldes y hasta hermosos dirigentes que echaron a una dictadura siniestra y horrible como la de Fulgencio Batista, pero en el germen de esa revolución estaba ya el caudillismo de Fidel Castro, el autoritarismo, la violencia. Es una revolución que se traicionó a sí misma. La gente apoyó a Fidel porque dijo que haría vigente la constitución del 40 y que convocaría a elecciones, y no cumplió”.
En 1996, Carlos Fuentes recibió a Cayuela en su casa de San Jerónimo, en la Ciudad de México. “¿Qué queda de la palabra ‘utopía’, cuál es su enseñanza, su vigencia?”, preguntó el autor de La voz de los otros, quien años después tiene una opinión sobre el mismo tema: “La gente necesita un espacio de anhelo mental, de mejora mental, es difícil ser sólo un racionalista: tener familia, trabajo, vocación, ser buen padre, buen hijo, buen compañero de trabajo. Estos son anhelos pequeñoburgueses, muy respetables, pero en el fondo es una idea del mundo muy pequeña. Las utopías, que sustituyeron en el siglo XX a las ideas de las religiones, provocan pensar más ampliamente, que la vida no sea sólo pequeños progresos. Ese anhelo, aunque es irrealizable y hasta peligroso, pero necesario en la vida cotidiana, tiene un componente de trascendencia”.
Ateo por tradición
Con Fernando Benítez conversó en 1996 sobre las divinidades. “Dios ocupa una idea cero en mi vida –dice Cayuela–. Soy nieto de una familia atea, es raro, porque la mayoría de las familias conservan algo de tradición religiosa, aunque tengan por ahí un hijo díscolo. Yo ni siquiera estoy bautizado. Si te educan en el ateísmo es muy difícil creer, ves tan claro el cuento, el montaje, lo ves desde tan fuera que cómo vas a creer. Pienso en la religión católica, que me parece la más atractiva, la más humana, la que siento más próxima y a la que pertenezco en muchos sentidos, culturalmente. ¿Pero cómo vas a creer que Dios se hizo hombre, que resucitó a los tres días, que nació de una mujer virgen? Creer en eso me parece imposible, porque estoy fuera de ese discurso”.
Cayuela visitó a Fernado Savater en su casa de Madrid, en 2002. “¿Cuál es la premisa básica de la modernidad?”, le preguntó. Ante el mismo cuestionamiento, el editor de Letras Libres responde: “La libertad individual”.
“Por último, y volviendo al inicio de nuestra charla, ¿puede decirse que la exigencia ética ha estado siempre en minoría frente a la realidad histórica mayoritaria?”, preguntó Cayuela a Savater.
Ocho años después, el experimentado editor contesta al cuestionamiento formulado por él mismo hace ocho años: “Hay siempre un pequeño grupo que quiere trascender a la realidad, mejorarla. Hay gente y momentos que dan pasos hacia el desarrollo ético de las naciones, como quienes lucharon contra la esclavitud y generaron un discurso que inició en un pequeño grupo pero que después se convirtió en un discurso más extenso. Es como el discurso social de la izquierda del Distrito Federal, que ha empujado para que los homosexuales puedan ejercer todos sus derechos, casarse, heredar, adoptar, y esa es una exigencia ética de una minoría que poco a poco irá extendiéndose, como lo hizo el tema del divorcio en un tiempo. Hay una agenda social que promueve las libertades individuales que encabeza el gobierno del Distrito Federal y que, por extraño que parezca, ha ido avanzando”.
Ricardo Cayuela Gally dice que el estado de salud del periodismo cultural es, en general, muy malo, y que atraviesa por al menos cuatro crisis. La de la pérdida de lectores sería la primera. “El nivel cultural de la gente es bajísimo. ¿A quién carajo le importa qué? Nadie ha leído nada, a nadie le interesa absolutamente nada”.
El jefe de redacción de Letras Libres, revista que dirige Enrique Krauze, considera que la escasez de lectores ha hecho que muchas publicaciones naufraguen y que una buena cantidad de escritores y artistas carezcan de una vitrina donde dar a conocer su trabajo.
La segunda crisis sería “la de formatos”. Cayuela asegura que “el papel está de salida. El papel imponía ciertos códigos y hasta géneros que ahora están en crisis por la irrupción de internet. El periodismo cultural escrito no ha sabido hallar un papel cómodo en el periodismo cultural en internet. A quien más ha perjudicado el cambio de formato es, quizá, al periodismo cultural”.
Cayuela, de 41 años, mece con los dedos su melena, mira al ventanal de la oficina que ocupa en el edificio de la revista que edita desde su fundación, hace más de una década, y continúa la exposición que de seguro ha meditado desde hace tiempo. “La tercera crisis es la de los propios generadores de periodismo cultural”. Habla de la falta de imaginación de editores y reporteros, de la proclividad a las modas comerciales, del culto a los premios, del apego a las efemérides, de las condicionantes externas.
“¿Por qué hacer una revisión de la obra de Juan Rulfo cuando cumple 50 años de muerto y no ahora mismo? El periodismo cultural no debería requerir de una excusa periodística, sino lanzar sus propias discusiones”. Explica que la comunidad crítica debe estar al servicio de las redacciones y no a la inversa, porque ello hace que las publicaciones se sometan a intereses externos. “La agenda cultural deben determinarla los editores y no estar ceñida a calendarios”. En su idea, los medios serían los responsables de abrir los debates contemporáneos y no convertirse en reproductores de la agenda de las instituciones culturales, ya sean de carácter público o privado.
La cuarta crisis sería la de los propios creadores. “Tenemos una clase artística e intelectual muy consentida, por becas, por puestos oficiales, por beneficios de las publicaciones del Estado. Hay una cierta impunidad: no puedes decir lo que quieres decir porque te llaman a cuentas. La materia prima del periodismo cultural es muy difícil”, dice Cayuela. Los creadores, entonces, deberían tener condiciones para poder expresar con mayor libertad lo que quieren, para así elevar la calidad del periodismo cultural. Y culpa, en parte, al gran proveedor de recursos. “El Estado gasta millones de pesos en patrocinar a los creadores, pero no apoya a las publicaciones vía publicidad. ¿Y entonces dónde se van a reseñar los libros, dónde se van a dar a conocer las creaciones? El Estado ha pecado de una ceguera casi diría que imperdonable”.
Entrevista con el entrevistador
Recién comenzó a circular en México La voz de los otros (Barril & Barral), libro donde reúne quince conversaciones con personalidades de la cultura contemporánea. El ex jefe de redacción de La Jornada Semanal dice que sus entrevistados son gente con algo importante que decir sobre “las claves del mundo”.
Mario Vargas Llosa, Carlos Fuentes, Fernando Benítez, Enrique Krauze, Sergio Pitol, Fernando Savater, Jorge Semprún, Ryzard Kapuscinski, Ayaan Hirsi Ali, Jon Juaristi, Carlos Franqui, Teodoro González de León, Manuel García y Griego, Adam Michnik y Roger Bartra hablaron con Cayuela sobre sus respectivas obras, pero también acerca de los temas del debate contemporáneo. Las entrevistas contenidas en el libro fueron publicadas originalmente en Visceversa, La Jornada Semanal y Letras Libres.
A Vargas Llosa le preguntó, en 1993: “El siglo XX estuvo dominado por la idea de la revolución y, en buena medida, por el pensamiento socialista. ¿Qué es lo que queda de él, qué es lo rescatable, qué es lo que podemos heredar?” Formulo la misma pregunta a Cayuela; él responde: “La enseñanza del siglo XX es que casi todas la revoluciones fueron contraproducentes, destruyeron más de lo que crearon, salvo la Revolución femenina, que fue pacífica, que es celebrable. El pensamiento socialista, en su esencia básica, es ético, como la idea de fraternidad en el caso de la Revolución francesa”, dice el autor de La voz de los otros.
“Parafraseando el inicio de Conversación en la catedral, ¿podría decirnos cuándo se jodió la Revolución cubana?”, le preguntó Cayuela al escritor peruano hace 17 años. El jefe de redacción de Letras Libres contesta a idéntico cuestionamiento: “La Revolución cubana nació jodida, es una cosa tristísima. Todos crecimos con el mito de los barbados jóvenes, rebeldes y hasta hermosos dirigentes que echaron a una dictadura siniestra y horrible como la de Fulgencio Batista, pero en el germen de esa revolución estaba ya el caudillismo de Fidel Castro, el autoritarismo, la violencia. Es una revolución que se traicionó a sí misma. La gente apoyó a Fidel porque dijo que haría vigente la constitución del 40 y que convocaría a elecciones, y no cumplió”.
En 1996, Carlos Fuentes recibió a Cayuela en su casa de San Jerónimo, en la Ciudad de México. “¿Qué queda de la palabra ‘utopía’, cuál es su enseñanza, su vigencia?”, preguntó el autor de La voz de los otros, quien años después tiene una opinión sobre el mismo tema: “La gente necesita un espacio de anhelo mental, de mejora mental, es difícil ser sólo un racionalista: tener familia, trabajo, vocación, ser buen padre, buen hijo, buen compañero de trabajo. Estos son anhelos pequeñoburgueses, muy respetables, pero en el fondo es una idea del mundo muy pequeña. Las utopías, que sustituyeron en el siglo XX a las ideas de las religiones, provocan pensar más ampliamente, que la vida no sea sólo pequeños progresos. Ese anhelo, aunque es irrealizable y hasta peligroso, pero necesario en la vida cotidiana, tiene un componente de trascendencia”.
Ateo por tradición
Con Fernando Benítez conversó en 1996 sobre las divinidades. “Dios ocupa una idea cero en mi vida –dice Cayuela–. Soy nieto de una familia atea, es raro, porque la mayoría de las familias conservan algo de tradición religiosa, aunque tengan por ahí un hijo díscolo. Yo ni siquiera estoy bautizado. Si te educan en el ateísmo es muy difícil creer, ves tan claro el cuento, el montaje, lo ves desde tan fuera que cómo vas a creer. Pienso en la religión católica, que me parece la más atractiva, la más humana, la que siento más próxima y a la que pertenezco en muchos sentidos, culturalmente. ¿Pero cómo vas a creer que Dios se hizo hombre, que resucitó a los tres días, que nació de una mujer virgen? Creer en eso me parece imposible, porque estoy fuera de ese discurso”.
Cayuela visitó a Fernado Savater en su casa de Madrid, en 2002. “¿Cuál es la premisa básica de la modernidad?”, le preguntó. Ante el mismo cuestionamiento, el editor de Letras Libres responde: “La libertad individual”.
“Por último, y volviendo al inicio de nuestra charla, ¿puede decirse que la exigencia ética ha estado siempre en minoría frente a la realidad histórica mayoritaria?”, preguntó Cayuela a Savater.
Ocho años después, el experimentado editor contesta al cuestionamiento formulado por él mismo hace ocho años: “Hay siempre un pequeño grupo que quiere trascender a la realidad, mejorarla. Hay gente y momentos que dan pasos hacia el desarrollo ético de las naciones, como quienes lucharon contra la esclavitud y generaron un discurso que inició en un pequeño grupo pero que después se convirtió en un discurso más extenso. Es como el discurso social de la izquierda del Distrito Federal, que ha empujado para que los homosexuales puedan ejercer todos sus derechos, casarse, heredar, adoptar, y esa es una exigencia ética de una minoría que poco a poco irá extendiéndose, como lo hizo el tema del divorcio en un tiempo. Hay una agenda social que promueve las libertades individuales que encabeza el gobierno del Distrito Federal y que, por extraño que parezca, ha ido avanzando”.
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