jueves, 1 de julio de 2010

Gracias al Metro se han recuperado miles de objetos arqueológicos


Así lo señaló el arqueólogo Raúl Arana, quien trabajó en las primeras tareas de salvamento arqueológico realizadas en 1967 para construir las líneas 1 y 2 del tren subterráneo

La construcción de las líneas del Metro han permitido, en cuatro décadas, recuperar más de 20 mil materiales arqueológicos que datan de las épocas prehistórica, prehispánica, colonial, del siglo XIX y hasta el XX, que han hecho posible corroborar información que sólo se conocía por documentos históricos.

Así lo señaló el arqueólogo Raúl Arana, quien trabajó en las primeras tareas de salvamento arqueológico, llevadas a cabo por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) en las obras del Metro, hacia el año 1967, para construir las líneas 1 y 2 del tren subterráneo.

Las exploraciones se hicieron en lugares densamente urbanizados, que de no haber sido por las excavaciones del Metro, no hubiera sido posible investigar, como fue el caso de las principales avenidas del Primer cuadro, entre ellas Izazaga, o incluso la plancha del Zócalo.

El arqueólogo del INAH dictó una conferencia en el marco de las actividades con las que ese sistema de transporte colectivo celebra los 40 años de creación del Metro.

En su plática sobre las primeras participaciones del INAH en el salvamento arqueológico de las obras del tren eléctrico, Arana recordó que la red del Metro inició con dos líneas principales (1 y 2), perpendiculares entre sí.

Posteriormente se crearon líneas paralelas, de tal suerte que se formó una cuadrícula que ha ido cubriendo el área urbana, lo que ha permitido extender las exploraciones arqueológicas de norte a sur y de este a oeste, como ningún otro proyecto de excavación arqueológica citadino.

Las excavaciones para la construcción de los túneles por donde corren las hileras de vagones, así como algunas estaciones se hicieron a por lo menos 12 metros de profundidad en promedio y alcanzando hasta los 16 metros.

Ello dio la oportunidad de revisar diversas capas estratigráficas (de la Tierra), permitiendo recabar información, desde la prehistoria hasta la actualidad.

Recordó que cuando los arqueólogos del INAH se enteraron que el Metro pasaría frente a Palacio Nacional y cruzaría diversas calles del primer cuadro donde fue edificada la antigua Tenochtitlan, vieron la singular oportunidad de recuperar materiales e información que hasta ese momento sólo era conocida por documentos.

“Como arqueólogos nos impresionó la noticia y nos emocionó porque excavar frente a Palacio Nacional, atrás de Catedral y en la calle de Pino Suárez había sido sueño de muchos colegas, porque ahí estaban los restos de la antigua Tenochtitlan, y sin embargo, parecía imposible de explorarse”, añadió.

Fue entonces que el antiguo Departamento de Prehistoria, a cargo de José Luis Lorenzo, puso en marcha un programa de salvamento arqueológico que permitió estudiar los asentamientos de Tenochtitlan, Tlatelolco y Tlacopan, comentó Arana en su conferencia.

“Al abrir el pavimento, las banquetas, tierra adentro vimos las transformaciones que ha tenido la ciudad desde que la habitaron los mexicas, la etapa colonial, la de Independencia y hasta mediados del siglo XX. Fuimos encontrando la historia material de la ciudad de 1967 hacia atrás”, precisó.

Arana recordó que desde que se abrió el primer pozo y desde los primeros metros de profundidad comenzaron a salir una variedad de materiales que van desde tepalcates, piezas completas de cerámica, como vasijas, vasos, platos y figurillas, también se rescataron braceros, candeleros y restos óseos, entre otros.

Se encontraron cajas de ofrenda elaboradas en piedra, con materiales de concha, cerámica y hueso; y esculturas, entre las que destaca la que llamaron “La Coatlicue del Metro”.

Aunque estudios posteriores confirmaron que se trata de una Tlaltecuhtli; la pieza, recuperada en el cruce de Izazaga e Isabel la Católica, está labrada en piedra y mide aproximadamente un metro 20 centímetros de altura, con un peso superior a los 500 kilos.

Respecto a las construcciones, abundó, se detectaron restos de muros, adoratorios, altares, de éstos últimos se lograron rescatar fragmentos con estuco y pintura mural que ahora se resguardan en el Museo Nacional de Antropología, donde se encuentran todas las piezas localizadas entre 1967 y los años 70, algunas en resguardo y otras en exhibición en la Sala Mexica.

Arana destacó en especial los hallazgos ocurridos en las líneas 1 y 2, entre 1967 y 1969, en especial en el tramo que “partió el corazón” del antiguo islote: la ruta que pasa por avenida Pino Suárez, frente a Palacio y da la vuelta por Guatemala, atrás de Catedral, “porque dio más información y mayor cantidad de material arqueológico, se rescataron cerca de 13 mil piezas que se encuentran catalogadas y resguardadas en el Museo Nacional de Antropología”.

Esta exploración confirmó el conocimiento que se tenía a partir de crónicas, documentos, códices y archivos, y reafirmó la importancia de la cultura mexica que durante 200 años habitó la isla, y de cómo llegaron a ser el pueblo mesoamericano más importante del Altiplano.

Recordó que el hallazgo más relevante fue el de un centro ceremonial en la estación Pino Suárez, del que se conservó el adoratorio de construcciones circulares dedicadas a Ehécatl, dios mexica del viento, así como rectangulares, vinculadas con Tláloc, dios de la lluvia, correspondientes a diferentes periodos de edificación; el monumento recientemente fue restaurado a través de un proyecto conjunto del INAH y el Metro.

En el sitio también se localizaron diversas ofrendas, una de ellas integrada por una escultura de Ehécatl, una punta de maguey y huesos de loro.

Las otras, dedicadas a Tláloc, con objetos como caracoles, vasijas, una escultura con pintura azul, a cuyos pies se detectó una vasija también con pigmento azul y varias cuentas de collar confeccionadas en piedra.
Ciudad de México

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