El Museo Dolores Olmedo presenta 41 obras del nipón Kishio Murata, un maestro del abstraccionismo
Con Kishio Murata la música perdió a un intérprete, pero el arte ganó a un gran pintor. Así puede resumirse la historia de este japonés nacido hace un siglo y a quien el Museo Dolores Olmedo dedica una exposición con 41 obras, que se inaugura este sábado.
Uno de los grandes creadores de arte abstracto japonés fue Murata.
Él desarrolló un estilo propio en sus pinturas, con marcado énfasis en las texturas y una tendencia particular a generar colores que partían del uso de transparencias y para los cuales se tomaba mucho tiempo, a veces años, buscando que las distintas capas conservaran los tonos que imprimía.
Kishio Murata: Construyendo una fantasía está conformada por 41 obras al óleo y una pieza en serigrafía; la muestra tiene la particularidad de ofrecer a niños, jóvenes y adultos recursos didácticos para comprender mejor el arte del japonés y, en general, el arte abstracto.
Un adiós temprano a la música
Hijo de un militar y formado en una familia muy conservadora, Kishio Murata no pudo desarrollar su temprana afición por el piano. Desde los cinco años de edad aprendió a tocar este instrumento, pero su padre sacó de la casa el piano. Su siguiente afición musical, el violín, tampoco consiguió una respuesta afirmativa por parte de su familia.
Algunos años más tarde, cuando era adolescente, el regalo que le hicieron de una paleta de pinturas llevaría entonces a Kishio Murata hacia otra forma de composición: la visual.
“Hacer pinceladas era para él como tocar la música que le estaba negada”, comentó la curadora de la exhibición, Josefina García Hernández.
En todo caso, Kishio Murata nunca perdió su gusto por la música; Chopin, Debussy y Tchaikovsky fueron algunos de los compositores que más disfrutó durante toda su vida.
En los años 50, durante una visita que hizo a Japón el doctor Alvar Carrillo Gil, éste conoció la obra del japonés y quedó impresionado por la calidad y belleza plasmada en sus pinturas.
Es de esta forma como expuso por aquellos años en la Galería de Arte Mexicano. Pero es en 1964, tras la visita de Kishio Murata a México, que el artista decidió quedarse en este país.
“Maravillado por la luz de México, se queda a vivir aquí hasta su muerte, en 1992”, contó García Hernández.
México representó para el artista la posibilidad de concentrarse en su pintura, sin distracciones sociales, pues no conocía a nadie, explicó Mihoko Murata, viuda del artista.
García Hernández detalló que la mayor parte de las piezas son paisajes que Kishio Murata recreaba en su estudio, espacio en el que daba rienda a la fantasía y la imaginación. Nadie, ni la esposa del artista entraba allí.
Una nueva luminosidad
La muestra abre con una serie de obras que guardan referencias figurativas -estilo que trabajó en algunos momentos-. Posteriormente, un grupo de obras representa su llegada a nuestro país. Este hecho no cambió el tipo de obra de Murata, pero sí hay un evidente cambio de color hacia tonos más brillantes y con un predominio de la luz.
La tercera parte de la muestra explica a los visitantes, con diversos recursos, algunas de las características de sus obras, técnicas que empleaba y adentra en las posibilidades del arte abstracto.
“Sorprende mucho la técnica que empleaba. Él dejaba pasar mucho tiempo entre cada capa de color que empleaba, ponía un fondo blanco y sobre ése iba aplicando color sobre color y, para que no se manchara, tenía que dejar pasar un tiempo de secada, que iba desde seis meses a un año o más tiempo”, según explicó la curadora de la muestra.
En la siguiente sala está un conjunto de óleos en distintos formatos. En la muestra hay obras inconclusas que permiten ver la forma de trabajo, las etapas del cuadro y la riqueza de texturas.
“Kishio Murata no perteneció a ninguna escuela, fue un artista que creció solitario. No tenía interés por hacer relaciones públicas, su mayor interés era la pintura”, comentó Hernández.
La curadora de la exposición contó que en el país, Murata conoció a Rufino Tamayo y a David Alfaro Siqueiros; también dijo que fue maestro durante seis años en La Esmeralda, pero “no hizo escuela, no buscó tener discípulos”.
Kishio Murata nació en 1910 en Nagoya, Japón; murió en México en 1992. Expuso en el Museo de Arte Moderno en 1959; en siete ocasiones en la Galería de Arte Mexicano -más que ningún otro- y también en el Polyforum Siqueiros.
Kishio Murata: Construyendo una fantasía se inaugura este sábado 3 de julio a las 13:30 horas en el Museo Dolores Olmedo Patiño, que está ubicado en Av. México 5843, La Noria, Xochimilco.
Con Kishio Murata la música perdió a un intérprete, pero el arte ganó a un gran pintor. Así puede resumirse la historia de este japonés nacido hace un siglo y a quien el Museo Dolores Olmedo dedica una exposición con 41 obras, que se inaugura este sábado.
Uno de los grandes creadores de arte abstracto japonés fue Murata.
Él desarrolló un estilo propio en sus pinturas, con marcado énfasis en las texturas y una tendencia particular a generar colores que partían del uso de transparencias y para los cuales se tomaba mucho tiempo, a veces años, buscando que las distintas capas conservaran los tonos que imprimía.
Kishio Murata: Construyendo una fantasía está conformada por 41 obras al óleo y una pieza en serigrafía; la muestra tiene la particularidad de ofrecer a niños, jóvenes y adultos recursos didácticos para comprender mejor el arte del japonés y, en general, el arte abstracto.
Un adiós temprano a la música
Hijo de un militar y formado en una familia muy conservadora, Kishio Murata no pudo desarrollar su temprana afición por el piano. Desde los cinco años de edad aprendió a tocar este instrumento, pero su padre sacó de la casa el piano. Su siguiente afición musical, el violín, tampoco consiguió una respuesta afirmativa por parte de su familia.
Algunos años más tarde, cuando era adolescente, el regalo que le hicieron de una paleta de pinturas llevaría entonces a Kishio Murata hacia otra forma de composición: la visual.
“Hacer pinceladas era para él como tocar la música que le estaba negada”, comentó la curadora de la exhibición, Josefina García Hernández.
En todo caso, Kishio Murata nunca perdió su gusto por la música; Chopin, Debussy y Tchaikovsky fueron algunos de los compositores que más disfrutó durante toda su vida.
En los años 50, durante una visita que hizo a Japón el doctor Alvar Carrillo Gil, éste conoció la obra del japonés y quedó impresionado por la calidad y belleza plasmada en sus pinturas.
Es de esta forma como expuso por aquellos años en la Galería de Arte Mexicano. Pero es en 1964, tras la visita de Kishio Murata a México, que el artista decidió quedarse en este país.
“Maravillado por la luz de México, se queda a vivir aquí hasta su muerte, en 1992”, contó García Hernández.
México representó para el artista la posibilidad de concentrarse en su pintura, sin distracciones sociales, pues no conocía a nadie, explicó Mihoko Murata, viuda del artista.
García Hernández detalló que la mayor parte de las piezas son paisajes que Kishio Murata recreaba en su estudio, espacio en el que daba rienda a la fantasía y la imaginación. Nadie, ni la esposa del artista entraba allí.
Una nueva luminosidad
La muestra abre con una serie de obras que guardan referencias figurativas -estilo que trabajó en algunos momentos-. Posteriormente, un grupo de obras representa su llegada a nuestro país. Este hecho no cambió el tipo de obra de Murata, pero sí hay un evidente cambio de color hacia tonos más brillantes y con un predominio de la luz.
La tercera parte de la muestra explica a los visitantes, con diversos recursos, algunas de las características de sus obras, técnicas que empleaba y adentra en las posibilidades del arte abstracto.
“Sorprende mucho la técnica que empleaba. Él dejaba pasar mucho tiempo entre cada capa de color que empleaba, ponía un fondo blanco y sobre ése iba aplicando color sobre color y, para que no se manchara, tenía que dejar pasar un tiempo de secada, que iba desde seis meses a un año o más tiempo”, según explicó la curadora de la muestra.
En la siguiente sala está un conjunto de óleos en distintos formatos. En la muestra hay obras inconclusas que permiten ver la forma de trabajo, las etapas del cuadro y la riqueza de texturas.
“Kishio Murata no perteneció a ninguna escuela, fue un artista que creció solitario. No tenía interés por hacer relaciones públicas, su mayor interés era la pintura”, comentó Hernández.
La curadora de la exposición contó que en el país, Murata conoció a Rufino Tamayo y a David Alfaro Siqueiros; también dijo que fue maestro durante seis años en La Esmeralda, pero “no hizo escuela, no buscó tener discípulos”.
Kishio Murata nació en 1910 en Nagoya, Japón; murió en México en 1992. Expuso en el Museo de Arte Moderno en 1959; en siete ocasiones en la Galería de Arte Mexicano -más que ningún otro- y también en el Polyforum Siqueiros.
Kishio Murata: Construyendo una fantasía se inaugura este sábado 3 de julio a las 13:30 horas en el Museo Dolores Olmedo Patiño, que está ubicado en Av. México 5843, La Noria, Xochimilco.
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